Desde mi balcón 3

Ese, también puedo ser yo.

Lo vi pasear, con su cuerpo inclinado, la mirada perdida en la profundidad de los panots de la acera, unos pies que a duras penas le acompañaban, cogido del brazo de su cuidadora y, una vez más, pensé: es@ podrías ser tu.

Era un anciano.  Hace quizás unos pocos años, seguramente caminaba erguido y seguro por esas mismas aceras; no necesitaba de un brazo al que agarrase, ni tantos afectos.

¿Os habéis dado cuenta que a medida que nos hacemos mayores hay ciertas cosas que pierden importancia y otras que pasan a ser primordiales? A veces una mirada, un saludo, un ”¡que guapo va hoy!”, puede alimentar más que un jabugo 5J ( Si el que lee este escrito no es español quizás no le sea familiar la expresión:” Un jabugo 5J”; es el mejor jamón que podáis encontrar en el mercado.)

Hubo un tiempo en que la vida me ofreció la oportunidad de tratar con mucha gente, y fue durante un largo período. Aquella fue una buena escuela, aunque no siempre supiera entender para qué.

Creo que a día de hoy voy cogiéndole el hilo a esta suma de casualidades en mi vida.

Cuando alguien entraba por la puerta me decía a mí misma: Tundra, es@ puedes ser tu, y eso me llevaba a entablar una relación muy distinta con aquella persona, por que si esa persona puedo ser yo, debería tratarme con Amor, ¿no?

Pues os confesaré que no siempre acertaba con el brebaje, aunque dicen que la práctica hace al maestro y con el tiempo los ingredientes se redujeron a uno.

Cada una de aquellas personas se acercaba en el estado y en la condición con la que estaba viviendo o lidiando.

Y así, si alguien se nos mostraba víctima de cualquier situación, me preguntaba qué necesitaba yo cuando en ocasiones había estado en esa posición. Lo mismo pasaba si el que venía estaba airado y, me preguntaba qué lo estaba sacando de sus casillas y qué necesitaba para salir de ese enojo. En general, las contestaciones que me daba eran: necesita afecto, comprensión, necesita una mano que le indique que no está solo…, respuestas que me hubiese dado a mí misma si hubiese estado en su lugar, al fin y al cabo, todos podemos pasar por cualquier circunstancia por inverosímil o lejana que nos pueda parecer. ¿Acaso no somos todos humanos?

Debo reconocer que por allí también pasaron personas cuya calidad humana era envidiable y me recordaba la bondad que también todos llevamos dentro y que podemos ofrecer no sólo en circunstancias donde es evidente que se necesita, sino también en aquellas en las que no parece tan necesario.

Aquellos otros eran como un paréntesis, y recuerdo unas miradas serenas y profundas que te conectaban con tu propio ser… o al menos a mí me lo parecía, y esos, también podían ser yo.

Hoy en día, cuando alguien en la calle o en el tren me pide alimento, doy al mendigo que llevo dentro. Si un niño espontáneamente me saluda, le guiño un ojo en señal de complicidad; si veo a alguien taciturno, quizás decido respetar su necesidad de silencio y ofrezco una mirada amable…porqué quizás es@ pueda ser yo.

Después de mucho tiempo, entendí aquella frase que había oído tanto de pequeña : ama al prójimo como a ti mismo.

Os diré que observándome, me descubro en ocasiones, no amándome mucho o, ignorándome o, boicoteándome; por suerte, siempre me cruzo con alguien que me permite reflexionar sobre ello y darle un giro al timón, y ofrecerme y ofrecer a los otros un gesto de afecto.

 

¿Cómo me trato? ¿Cómo trato a aquel otro que se cruza en mi vida?

¿Nos serían útiles esas preguntas para cambiar las cosas? Aunque, pensándolo bien, quizás no tengan que cambiarse y sólo deban observarse, y mirarse desde otro prisma.

Ahí lo dejo por si queréis preguntároslo en alguna ocasión, a lo mejor os sorprenderá la respuesta que La Vida os devuelva.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

Copyright © Tundra de San Martin tundrasblog.com

El sabor de la canela

Desde la última vez que hablamos, han pasado muchas cosas en nuestras vidas. Entrado el otoño, uno piensa que, con la caída de las hojas, con la llegada del frío, todo se ralentizará, permitiéndonos, como dice una amiga, empezar a entrar en nuestra cueva y, no obstante, últimamente tengo la percepción de que los acontecimientos galopan veloces pareciendo exigirme un esfuerzo extraordinario al que me resisto.

Mi cocina me pide serenidad y sosiego y, me doy cuenta, de que la única que no tiene sosiego es “la loca de la casa”, mi mente, así la llamaba Teresa Sánchez de Cepeda.

Y la vida, se encarga de poner semáforos en nuestra cocina; y hay momentos en los que la cocción se para o se crea un paréntesis que nos hace sentir, pensar y, si tenemos fuerza y decisión en ese momento, a lo mejor incluso, dar un pequeño giro a nuestra vida.

Otoño

La muerte es uno de esos acontecimientos, que aun siendo tabú socialmente y estar asociada a la tristeza, te concede parar unos instantes, simplemente para dejar de cocinar con el robot en automático.

En los últimos tiempos y, con ocasión de lo que estamos viviendo, he tenido la suerte de poder oír más allá de la pérdida, lo que cada uno de los que he conocido y, han fallecido, me han dejado en el aire.

Os confesaré que mi cocina se para cuando alguien me pregunta y, eso han hecho aquellos que se han ido yendo en el último tiempo.

Os diré también que, algunas preguntas que me dejan en el aire se reiteran, con lo que pienso qué no estoy atendiendo en mí.

Y dejo de pelar patatas sin sentido siguiendo una de las máximas que se arrogan a la prevención: PARA, PIENSA, ACTUA.

De hecho, esa máxima me la he “modificado” un poco.

Incapaz de seguir una receta al pie de la letra porque lo fascinante es experimentar, PARO, harto difícil en alguien impulsivo, (a pesar de que hay trucos de cocina que te ayudan en eso, como ir de la mano de la respiración) y, creo el momento SIPI, (siento/pienso), para poder actuar después.

El momento SIPI es ese momento en el que me dejo sentir y pensar al unísono; si de la confluencia, la música que resulta es armónica, ACTUO.

Así que esos momentos de no cocina, esos “PARO”, son el principio de un maravilloso camino que me permite preparar un buen menú. Quizás no será sofisticado pero sí llevará mi intención y atención consciente, un sello único y personal que podré compartir con todos aquellos que me rodean llevando una intención armónica donde esté .

 

¿No os sentís en este momento portadores de un perfume especial?

Lo somos, todos, cada uno. A veces lo tenemos bien escondido al final de nuestra alacena, y es cuando la vida te da esa oportunidad de parar (si quieres cogerla), que te permites preguntarte si estás ofreciendo tu perfume, si el aire que te rodea ha quedado impregnado de él, para que, al olerlo, alguien, pueda cerrar los ojos y sonreír, sentirse en casa y abrir su corazón.

 

Las buenas pausas han de ir acompañadas de una buena infusión y, qué mejor infusión que la de la canela…y así, empezaremos nuestra andadura entre las especies.

Te de canela

Cierra los ojos y evócala. ¿Qué significa para ti la canela? Su olor, ¿A dónde te lleva? ¿Quién te acompaña en ese momento?

Es tiempo de parar y hacerse esa infusión; a solas o en compañía, cerca de una chimenea o rodeados por una manta y, sentir como nos posee lentamente recordándonos quiénes somos, calentando nuestro interior, llegando a todos nuestros recovecos, despertando la fe y la confianza necesarias para mostrarnos como lo que somos verdaderamente: puro AMOR.

¿Te paras? ¿Te dejas abrazar por la canela y convocas tu momento SIPI?

Cuando lo sientas, no habrá duda, ACTUA y cocínate, dejando que tu YO, salga al escenario para hacer lo que mejor sabe.

Mientras, la naturaleza nos ofrecerá un ejemplo externo con la llegada del invierno, de una cocina silenciosa que, no es más que el preludio de la explosión que llegará en primavera.

Con el deseo de que tengáis un buen inicio del mes de diciembre, os dejo hasta dentro de unos días.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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