RECORDAR

Parece que hemos entrado de lleno en el otoño, cambió el clima e invita al proceso de ir metiéndonos en nuestra casa; algunos le llaman: “volver a nuestra cueva”, que nos permite ajustarnos a los ritmos naturales, a ralentizar nuestra actividad exterior y su expresión.

La connotación que tiene para mí el mes de noviembre es que parece un mes de tránsito entre octubre y sus celebraciones, y la navidad; así que parece que pasa sin pena ni gloria como si no tuviese luz propia.

En este mes “sin luz” os traigo una palabra que invita a ir hacia dentro y cerrar los ojos; esa palabra es RECORDAR.

He tenido la suerte de cruzarme con gente muy creativa y brillante en mi vida y una de ellas es Montserrat Gascón, con quien aprendí a liberar el pericardio…pero esa es una historia que, aunque viene al hilo, merece otra ocasión.

Montserrat tiene una visión muy específica, concreta y al tiempo dulce de lo que significa RECORDAR.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

No sé a vosotros, pero a mí, recordar, inicialmente me llevaba a un estado de nostalgia que desplazaba mi atención al pasado: volver a la niñez, a los olores conocidos, a los espacios y personas familiares…y podía hacer que me perdiese el presente; en esos momentos me asaltaba la frase de John Lenon diciéndome que “la Vida es eso que pasa mientras estamos haciendo otros planes”, así que, lo de recordar, no me entusiasmaba mucho porque me llevaba a una especie de letargo y me decía a mí misma: déjalo para la vejez…quizás , cuando llegue ese momento tendrás un acopio importante de experiencias que quieras compartir y tenga sentido volver atrás. Ella, Montserrat, le dio un toque distinto de color cuando nos hizo observar qué veíamos si separábamos las sílabas: RE- COR-DAR.

Para ella, RE-COR-DAR era reconectar con lo que da el corazón, con lo que realmente somos para que la Vida vibre de nuevo en nosotros y que el fuego de nuestra esencia, EL ESPÍRITU, irradie a través nuestro.

¿No os parece hermoso? Visto así, RE-COR-DAR, esto es volver al corazón para recordar quienes somos, aporta una luz propia y singular a un mes aparentemente insulso.

¿Qué tal si aprovechamos este mes para RE-COR-DAR quienes somos? Algunos, lo haréis paseando por el campo; otros, leeréis algún libro; otros, escuchareis una pieza de música, cada cual con aquello que le resuene más y poned la intención de “RE-COR-DAR” para que no seamos más el obstáculo sino el puente que permita que se materialice la frase hermética: como es arriba, es abajo.

¡Feliz exploración y, quizás, reencuentro!

Luz y alegría

Tundra,,

Tundra

 

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Abre tus brazos

¿Lo oleis?

Hoy segaron los campos de avena y en el aire quedó un perfume dulzón, seco y al tiempo acogedor al que siguió un atardecer bañado por el aroma que yo asocio al verano, el jazmín, sí, ese característico de los jardines del sur de España que te embriaga cuando te acercas y que a mi me lleva a mi niñez y a largos paseos en noches calurosas.

El verano con toda su expansión nos llena de energía y en este último encuentro, de nuevo, antes de unas merecidas vacaciones, me gustaría que sintiésemos, que sintiésemos nuestro impulso.

Quizás sólo me ocurra a mi, pero hay algo en el verano que me invita a expresarme, a abrirme, a desplegar las alas.

Muchos de los impulsos importantes que tomé en mi vida, los tomé en esta estación que me vio nacer y que invita a abrir los brazos para ofrecer y para recibir.

Una estación que viene coloreada de alegría, de risas y compartires quizás por que el día es largo y el sol nos ofrece muchas horas su presencia, quizás por qué nuestro sol interno resuena con él y abre la caja de pandora, una caja que nos ofrece transformación y cambio; un cambio que hará que nuestro sol interno no se apague en los inviernos de la vida y podamos lucir quienes somos en cualquier estación, dándole la intensidad que requiere el momento.

Os invito a que durante este verano os bañéis en el mar.

Por suerte yo lo haré en las playas de la infancia donde encuentro inspiración, limpieza, renovación y abrazos.

Hacedlo, cada uno en las aguas que le queden más cercanas, para unos un rio, para otros un lago, para otros mares infinitos…y ofrecedles aquello que os pesa y permitiros recoger aquello que os ofrezca.

La semilla de lo que os ofrezca plantadla y regadla con constancia, paciencia y sobre todo mucho amor…quizás os sorprenderán los cambios que se operen en vuestras vidas.

Sólo una advertencia, aviso para navegantes, si recogéis muchas semillas de esos intercambios con el mar, no las plantéis todas, escoged aquellas en las que deseéis poner vuestra energía, una o dos. Quizás ahora con la euforia del verano nos sintamos tan poderosos que queramos embarcarnos en mil y una aventuras;  no obstante, la vida no es un cenit constante… Si escogemos  y no sucumbimos a nuestra ambiciosa imprudencia no nos ahogaremos en la vorágine y veremos frutos que jamás imaginamos.

Os deseo baños de amor, abrazos largos y noches serenas de compartires.

Tu y la luna, tu y los otros…tu y tu.

Luz y alegría

Tundra

Que tengáis buenas vacaciones de verano. ¡ Nos vemos en septiembre!

Tundra

 

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Miradas

Nos encontramos de nuevo para compartir el relato de una de nuestras lectoras. Gemma nos envía un interesante relato; cuando lo leí, me vino a la mente la difícil comunicación que establecemos los seres humanos entre nosotros. Una comunicación llena de expectativas, de deseos que, a veces, trasladamos a los otros para poder ser felices…y, cuan hermoso y al tiempo cuan difícil es poder aceptar a cada quien en el proceso evolutivo que recorre.

Sólo un ejercicio consciente de atención y aceptación nos permitirá relacionarnos con el otro de una manera sana y enriquecedora para ambos, evitando trampas que tarde o temprano se cobran su pago.

Quizás alguna o alguno se haya sentido en la situación y la posición que describe nuestra lectora. Cada uno puede elegir cómo resolver la frustración de no verse correspondido en lo que necesita…ella eligió amarle de la única manera que él podía entender…adaptó su lenguaje.

“-“¡Mírame! Pero esta vez hazlo con el alma”.- Le dice ella juguetona, cogiéndole de las manos y haciendo un esfuerzo por atraer su mirada hacia sus verdes y vívidos ojos.

Él, atónito por sus palabras e incapaz de mirarla cómo ella demanda, flexiona los hombros y encurva la espalda, escondiéndose tras el muro que había construido para protegerse; quién sabe dónde, quién sabe cuándo, quién sabe por qué…

Ella, furiosa e indignada por sentirse solamente observada por unos ojos rebosantes de deseo por poseer su cuerpo, trata de calmarse inspirando profundamente, hasta caer en el éxtasis que el oxígeno del aire puro le proporciona por un breve instante. Suficiente dosis de paz interior como para abordarle de nuevo en su intento, hasta ahora fallido, de que la viera como Ser Vibrante, no como mujer objeto. Fija sus ojos a los suyos, conectando de nuevo con la esperanza y acariciando con destreza su espesa barba le repite:

-“¡Mírame! Dime ¿qué ves?”.-

Él, inexperto en el olvidado arte del amor, busca activamente en su mente (pero sin éxito) la manera de complacerla. Sabe que debería indagar en su corazón, pero le aterra acceder a ese lugar acorazado y remoto que un día le proporcionó tanta dicha y tanto sufrimiento… Y aún queriendo amarla de la única manera que ahora puede, con el cuerpo del deseo, se percibe atrapado y desbordado, sin saber gestionar la presión generada por su represión emocional en forma de sólido muro, el que le permite mantener la distancia necesaria para no implicarse, pero también el que le impide amarla como sabe que merece.

Ella, percibiendo que él está desmoronándose, sabe que solo tiene dos caminos: seguir insistiendo en su objetivo (el reclamo de un igual ante ella) con lo que conseguiría que el animal herido huya despavorido, dando tumbos de un lado a otro, sin rumbo fijo; o comprender sus limitaciones al gran coste de sentirse madre, pero no pareja.

Así que inhala de nuevo con profundidad, nutriéndose de la fuerza y la frescura del aliento divino y consciente de que el Amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea, le mira dulcemente desabrochándose los botones de la camisa, contorneando sus caderas al ritmo de “Sad eyes” y dejando al descubierto todo su SER al desnudo…

Aun sabiendo que él tan sólo puede ver una nimia parte de todo lo que ella ES, le coge sus manos temblorosas y acercándolas a sus pechos, esta vez le dice con voz seductora:

-“¡Mírame!”-

Aunque en realidad ella piensa:

-“¡Á-ma-me!”…

NOTA: “Sad Eyes” es una preciosa canción de Bruce Sprinsteen que narra el empeño de un hombre por conseguir hacer ver a una mujer que la ama, que él es el hombre que le conviene y que jamás se rendirá porque está convencido de ello.

Hay una frase que pertenece al mundo jurídico pero que se puede extrapolar y que me gustaría traer a colación  que dice: “el que puede lo más, puede lo menos”; o en el mundo de la producción: “hay que ir a la velocidad del eslabón más lento de la cadena productiva”.

No quisiera que cayésemos en la trampa de poner en una posición de superioridad a ese que sabe más, ni al que es más rápido…a mi juicio, tiene que ver con la tolerancia del ritmo y el proceso del otro…si sabes que alguien está en primaria, no le explicas integrales, por que no puede entenderte, lo orgánico seria colaborar en que la comunicación fluyese con ese que en el fondo lleva unas gafas diversas a las nuestras para que no hubiese conflictos, ¿qué sentido tendría?

No os negaré que eso es arduo y difícil, nuestros egos con toda su abanico de recursos hacen acto de presencia y nos dificultan poder sentir y ser compasivo en cada situación.

Os dejo hasta la próxima ocasión, agradeciendo a Gemma su generosa participación y la reflexión que nos deja…¿Cómo adaptaré mi lenguaje para que la comunicación sea amorosa conmigo y con los otros?

Luz y alegría

Tundra

…y luna llena

Hay afectos que dejan huella en el alma por que la forma en la que se transmiten tiene más que ver con el sentir que con el decir. Todos aquellos que han compartido o comparten sus vidas con seres de otros reinos, ya sean animales, plantas e incluso minerales (aunque pueda parecer mentira), con el tiempo sienten en sí una manera diversa de leer el ambiente. Relacionándote con ellos tienes acceso a   desarrollar una sutilidad que nos enriquece  y nos abre a la simplicidad y a la generosidad.

Os dejo con el relato que Elia nos comparte; el sentir de una partida… quizás tu hayas vivido también alguna y recuerdes el poso que dejó en ti aquella relación.

Llaman a la puerta, te miro, –no, todavía no, cariño– te cojo por debajo de tus patitas delanteras, te saco de mi falda y te dejo en el comedor suavemente encima de nuestra mantita de sofá, que huele a ti, que huele a nosotros.

Voy pasillo abajo:

– ¿Sí?

–Soy Ángel– Abro las dos puertas del portal por el telefonillo. Sube el ascensor.

–Gracias por venir. 

–Mujer, no faltaría más, sé qué es esto.

–Pasa, está en el comedor. Míralo, qué delgadito está.

–Moix, con lo que tú has sido. ¿A qué hora viene?

–Sobre las cuatro; sólo falta media hora…– Noto como al decirlo se me retuerce la caja torácica con un movimiento fugaz hacia adelante. Me yergo enseguida en reacción, a golpe de consciencia del momento.

 –Ven, vamos a la terraza con este solecito; qué calor más bueno. – Cojo a Moix y nos sentamos en el suelo.

–Ángel, hazme fotos con él, por favor. 

– Sí, claro.

Mi amado… No quiero perder ni un solo segundo llorando; sonrío y ya sólo existes tú. Los dos en el suelo, te miro, me correspondes, me abrazas por el cuello, tus felinos abrazos envuelven mi alma y noto cómo se apoyan en mi pecho para siempre; te hablo. Viene Denís, nos aborda con su cola y lame la tuya, se restriega por mi pierna, él también forma parte; alargo la mano izquierda y lo acaricio mientras te sostengo en mi regazo. Denís se va, nos deja a solas, creo que lo sabe.

El sol me acaricia la piel y calienta mis ánimos en este helado impulso hacia lo inevitable. Nos miramos unos instantes a los ojos y noto el clic de la inmortalidad en formato digital.

Me levanto, entramos en el comedor de nuevo, te dejo pasear, te miramos, te observo ir arriba y abajo, vas a beber, ¿ahora? ¿No será malo?

Pasan segundos, minutos. Suena el timbre de la puerta, ahora sí. Voy de nuevo hacia el recibidor. Abro las dos puertas por el telefonillo.

–Es Paloma, ya está aquí. Denís, ¡ven!– Encierro a Denís en mi dormitorio, no quiero que lo vea.

Cojo aire, abro la puerta de casa, entra la veterinaria. Entra el final.

Despejo la mesa del comedor, la luz solar nos acaricia atravesando el marco de la cristalera. Pregunto asépticamente cómo será el proceso; controlo, lo necesito, no quiero perder el norte: Moix no se lo merece. Llevo un tiempo preparándome para este momento, incluso en sueños; así que respiro hondo y sigo con las preguntas. Recibo las respuestas claras que me hacen decidir dónde voy a acompañarle y cómo.

Me siento en la silla más soleada, la que recibe la brisa otoñal que nos envuelve dulcemente. Te sostengo en mis brazos, tu cabecita en mi pecho izquierdo, tantas veces allá reposada, un gesto habitual y conocido; estás tranquilo. Noto a Ángel de pie a ese lado; su calidez me acompaña. Noto la dignidad de tu doctora en cada movimiento preparatorio.

Te hablo, te susurro dulcemente:

– “Moix, tu saps que t’estimo, tot anirá bé, ets el meu amor, t’estimo molt, Moix”. (Moix, tu sabes que te quiero, todo irá bien, eres mi amor, te quiero mucho, Moix) – Lo repito de las mil maneras que tú bien conoces. Mientras me miras, me hueles y no te mueves; sé que lo sabes, y te dejas. Primer pinchazo en el muslo izquierdo, una dosis de felicidad artificial. Miro tu carita, se te dilatan las pupilas y el verde del iris se te encoje; abres la boquita y me sacas la lengua repetidamente. Pregunto si es normal y qué significa.

–Tranquila, Elia, esto es como la morfina: ahora está en éxtasis, disfrutando. No notará nada más.

No dejo de acariciarte entre mis brazos, te retengo. Te buscan la vía para la inyección letal. Observo varios movimientos de líquido y dejas de moverte. Una nube de obligación me nubla el corazón; sé que es lo correcto, pero el dolor empieza a aparecer. Consigo seguir serena. Dejas de enseñarme la lengua. Dejas de mover el corazón, ¿dejas de notarme? La flacidez de tu cuerpo se abandona en mi abrazo, ya no estás. Paloma te coge, encima de la mesa te observa médicamente.

–Ya está.

MAS ALLÁ DE LA MUERTE

–¿Ya?–Me levanto mecánicamente sin dejar de mirar tu cuerpecito gris y blanco, inerte y desparramado por la madera de caoba de la mesa.

Ángel me abraza; empiezo a llorar. Un pañuelo, dos, tres, Ángel va en búsqueda de más Kleenex. Respiro con dificultad. El proceso sigue, ahora preparamos el cadáver. Esta noche vendrán a por él los encargados de la empresa enviada por el ayuntamiento.

Lo envuelvo con su toallita azul, luego el empapador de su trasportín. Voy en búsqueda de una bolsa de plástico, hemos de bajarlo al trastero, no quiero que Denís conviva ni un segundo con el cadáver, que los gatos lo huelen todo. El drama no hace falta que sea más grande de lo que ya será con su ausencia.

La mortaja está lista. Ángel lo sostiene. Denís sigue encerrado. Paloma recoge los instrumentos. Estoy desorientada. Enfilo por el pasillo, abro la puerta de la calle. Oigo sollozos. Me giro. Borbotones de lágrimas salen sin freno. Ya somos dos mujeres plañendo a Moix. Ángel lo sostiene con rigidez. Tres + 1 en el ascensor, bajamos.

Abro el trastero. Dejo el paquete mortuorio encima de la estufa. Cierro el trastero mecánicamente.

–Un buen día de sol, sí… – Ángel me abraza, sigo llorando. Me despido con el corazón agradecido.

Subo sola a casa, abro la puerta de mi habitación y sale Denís. Mi amado y fiel gatito. Lo abrazo con ternura. Llega la noche, llega la oscuridad, pasillo arriba y abajo de convulsiones y lamentos. “Reconec la meva condició d’esmaperduda i no ho puc controlar…” (Reconozco mi condición desangelada y no la puedo controlar…”)

Un duermevela me acompaña entre sábanas, esta vez sin presión felina. Me levanto a las seis, una luz de luna llena inunda la terraza, se aposenta en la silla y me mira con calor. 

–“Ets tu, Moix? ¿Ja has arribat? Gràcies, gràcies, gràcies per tot el teu amor i per aquesta escalfor d’estels eterns”. –(¿Eres tú, Moix? ¿Ya has llegado? Gracias, gracias, gracias por todo tu amor y por este calor de estrellas eternas).

Este trimestre es época de partidas…parece que el invierno invita, por un motivo u otro a los que ya no tienen que seguir por aquí, a tomar el camino de vuelta a casa.

Que la luz, que en estos meses gana minutos a la oscuridad, los acompañe en su camino de retorno mientras nosotros le sacamos jugo a lo que nos rodea sabiendo que formaron parte de nuestra historia.

Luz y alegría

Tundra

Desde mi balcón 3

Ese, también puedo ser yo.

Lo vi pasear, con su cuerpo inclinado, la mirada perdida en la profundidad de los panots de la acera, unos pies que a duras penas le acompañaban, cogido del brazo de su cuidadora y, una vez más, pensé: es@ podrías ser tu.

Era un anciano.  Hace quizás unos pocos años, seguramente caminaba erguido y seguro por esas mismas aceras; no necesitaba de un brazo al que agarrase, ni tantos afectos.

¿Os habéis dado cuenta que a medida que nos hacemos mayores hay ciertas cosas que pierden importancia y otras que pasan a ser primordiales? A veces una mirada, un saludo, un ”¡que guapo va hoy!”, puede alimentar más que un jabugo 5J ( Si el que lee este escrito no es español quizás no le sea familiar la expresión:” Un jabugo 5J”; es el mejor jamón que podáis encontrar en el mercado.)

Hubo un tiempo en que la vida me ofreció la oportunidad de tratar con mucha gente, y fue durante un largo período. Aquella fue una buena escuela, aunque no siempre supiera entender para qué.

Creo que a día de hoy voy cogiéndole el hilo a esta suma de casualidades en mi vida.

Cuando alguien entraba por la puerta me decía a mí misma: Tundra, es@ puedes ser tu, y eso me llevaba a entablar una relación muy distinta con aquella persona, por que si esa persona puedo ser yo, debería tratarme con Amor, ¿no?

Pues os confesaré que no siempre acertaba con el brebaje, aunque dicen que la práctica hace al maestro y con el tiempo los ingredientes se redujeron a uno.

Cada una de aquellas personas se acercaba en el estado y en la condición con la que estaba viviendo o lidiando.

Y así, si alguien se nos mostraba víctima de cualquier situación, me preguntaba qué necesitaba yo cuando en ocasiones había estado en esa posición. Lo mismo pasaba si el que venía estaba airado y, me preguntaba qué lo estaba sacando de sus casillas y qué necesitaba para salir de ese enojo. En general, las contestaciones que me daba eran: necesita afecto, comprensión, necesita una mano que le indique que no está solo…, respuestas que me hubiese dado a mí misma si hubiese estado en su lugar, al fin y al cabo, todos podemos pasar por cualquier circunstancia por inverosímil o lejana que nos pueda parecer. ¿Acaso no somos todos humanos?

Debo reconocer que por allí también pasaron personas cuya calidad humana era envidiable y me recordaba la bondad que también todos llevamos dentro y que podemos ofrecer no sólo en circunstancias donde es evidente que se necesita, sino también en aquellas en las que no parece tan necesario.

Aquellos otros eran como un paréntesis, y recuerdo unas miradas serenas y profundas que te conectaban con tu propio ser… o al menos a mí me lo parecía, y esos, también podían ser yo.

Hoy en día, cuando alguien en la calle o en el tren me pide alimento, doy al mendigo que llevo dentro. Si un niño espontáneamente me saluda, le guiño un ojo en señal de complicidad; si veo a alguien taciturno, quizás decido respetar su necesidad de silencio y ofrezco una mirada amable…porqué quizás es@ pueda ser yo.

Después de mucho tiempo, entendí aquella frase que había oído tanto de pequeña : ama al prójimo como a ti mismo.

Os diré que observándome, me descubro en ocasiones, no amándome mucho o, ignorándome o, boicoteándome; por suerte, siempre me cruzo con alguien que me permite reflexionar sobre ello y darle un giro al timón, y ofrecerme y ofrecer a los otros un gesto de afecto.

 

¿Cómo me trato? ¿Cómo trato a aquel otro que se cruza en mi vida?

¿Nos serían útiles esas preguntas para cambiar las cosas? Aunque, pensándolo bien, quizás no tengan que cambiarse y sólo deban observarse, y mirarse desde otro prisma.

Ahí lo dejo por si queréis preguntároslo en alguna ocasión, a lo mejor os sorprenderá la respuesta que La Vida os devuelva.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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El Templo de la Verdad

Dice la leyenda que, hace mucho mucho tiempo, se había construido en un lugar emblemático el Templo de la Verdad. El templo estaba sostenido por once hombres y once mujeres, así que sus columnas eran parejas y se sostenían unos a otros. Sostener aquel templo no era fácil. Requería saber de sí para mantenerlo con coherencia.

A ese templo peregrinaban e iban a rezar los que dudaban, los que se sentían perdidos, los que vagaban sin rumbo.

El Templo de la verdad

Rodeado de olivos, acariciado por los vientos del sur en una tierra seca ofrecían el aliento al que moria en vida.

Un día, un viento procedente de no se sabe dónde, los rodeo creando la duda en sus oídos. Algunos pasaron por alto esas voces de sirena, mas en otros, su susurro abrió una brecha que los confundió, haciéndolos dudar sobre lo que sostenían: ¿qué verdad era esa?  y ¿para quién la sostenían?

Aquel viento desconocido coló en sus mentes un nuevo lenguaje que les ofrecía la posibilidad de descubrir otras cosas para sí, así que algunos de ellos fueron abandonando su honorable propósito, abandonando así también a su homónimo masculino o femenino en aquel templo. Las parejas se desparejaron, y el templo fue perdiendo columnas de sostén.

Finalmente fueron tan pocos los que se quedaron a sustentarlo que el templo se cayó.

Durante mucho tiempo se vivió en el caos pues no había referencia ni orientación, y las gentes andaban de un lugar a otro buscando sin orden ni concierto. Buscaban y construían templos similares que al poco se derruían siendo sustituidos por otros más ostentosos y brillantes que nuevamente acababan desapareciendo.

Dice la leyenda que los dioses, en su compasión, decidieron encender un fuego en el corazón de los hombres.

Dicen también que, a lo largo de los tiempos, esas almas se han ido buscando para reconstruir aquel templo original y que en algún lugar, bien protegido de vientos poco amables lo consiguieron, y lo mantienen a resguardo; no obstante, los que lo buscan lo encuentran y cuentan que ya no son once  parejas las que lo sostienen, son muchos más.

Vega

Se dice que aquellas almas primeras buscaron algo que les recordase cada día su fragilidad para así poder sostener y no volver a olvidar su verdadero propósito, y pusieron una estrella en el firmamento: Vega, para no perder el norte y recordar que debían ser fieles a los dictados de su corazón; a su verdad.

Desde entonces, hay muchas almas que miran nostálgicas cada noche a Vega, buscando el camino de vuelta a casa, y ella, silenciosamente, les marca el sendero que los lleva a su corazón.

Luz y alegría

Felices Fiestas a Todos

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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Camisa de seda

Lucía vivía en una aldea, una aldea en un lugar recóndito en el interior. Una aldea lo suficientemente pequeña como para que todos supiesen de todos y, en ese trasiego del vivir no se sintiesen solos.

El paisaje que la rodeaba no era seguramente muy distinto del que os podéis imaginar. Viviendo en el interior como vivían, los rodeaba una naturaleza abundante que cambiaba de color en cada estación del año y les ofrecía distintos frutos que llevar a la mesa: ora unas fresas, ora unas castañas.

Lucía había heredado la profesión familiar, era lavandera. Las mujeres iban al río después de recoger la ropa de varias casas, y recorrían la avenida de árboles que llevaba del centro de la aldea hasta la sinuosa curva con la que el meandro del río les había favorecido en su devenir por aquellas tierras, y por donde las aguas discurrían a ritmo de swing, esto es, alegres pero no arrolladoras, permitiéndoles hacer su tarea con seguridad.

Meandros del río

Mientras era chica, a Lucía le parecía que aquella era una tarea muy divertida. Ayudaba a mamá y a otras mujeres a recoger las ropas de las otras casas, cargaban sus burros y en una dicharachera caravana veía como se dirigían al rio, lugar que sólo pudo visitar con ellas cuando cumplió los quince.

Antes de eso, se le antojaba que lo que debían hacer en el río debía ser un muy especial por cuanto no permitían a los niñ@s más pequeños acompañarlas.

Los pequeñ@s iban a la escuela y las veían partir en su romería diaria hacia su destino, cuando salían a la plaza mayor en el recreo, alrededor de a las 10:30 de la mañana.

Las mujeres, no se levantaban tarde, bien al contrario, se levantaban poco antes de que despuntara el sol; preparaban los desayunos, organizaban sus casas y comenzaban a prepara la comida de medio día con el fin de que el tiempo no se les comiese en sus quehaceres.

Sus cocinas olían a pan caliente recién horneado, a sofrito de cebolla y ajo, a potaje que se cocía lentamente sobre el fuego del hogar. Aquel fuego debía ser avivado cada mañana pues, durante la noche su flama se había ido consumiendo y solo se podía reparar en los rescoldos que conferían al espacio una atmósfera suave y tibia.

En todas las casas había alguien que se encargaba de aquella tarea, una tarea que, por obvia y necesaria, nadie ponía en valor pero que todos echaban en falta si desaparecía.

Así que aquella excursión diaria de algunas mujeres al rio a Lucía se le antojaba especial.

Era así como lo sentía, así que al cumplir los 15 e iniciar su nueva labor, lo hizo con entusiasmo. Era enérgica y se disponía con orgullo a cargar los burros con la ropa, el jabón y la artesa (una tabla de madera con unas ondulaciones y contra la que restregaban la ropa) así como a preparar el tentempié que llevaban consigo.

Las mujeres salían del pueblo en plena cháchara saludando a unos y otros y al llegar al río se afanaban en sacar lustre a una ropa, en muchas ocasiones, un tanto ajada.

Al principio, y para que se fuese acostumbrando a la tarea, frotaba sólo algunas piezas, sus brazos no estaban preparados para más, pero con el tiempo, se puso de lleno, no tardando primero en agrietársele las manos y luego encallecérsele mientras sus brazos cogían una fuerza que ya hubiese querido un pugilista.

Mientras, se quejaba a su madre: madre, las manos se me están volviendo ásperas, la piel dura y me duelen; a lo que su madre sonreía y tomaba la crema de caléndula aplicándosela con suavidad por las manos como cuando recibía una caricia infantil.

En el río, las mujeres hablaban de todo y de nada, porque no había novedades todos los días, aunque siempre había alguna que sacaba tema de conversación de debajo de las piedras

Lucía, que después de algún tiempo había dejado de ver con entusiasmo una tarea tan ardua, dejó de sumarse a las dicharacheras conversaciones y empezó a mirar, y el mirar la llevó a observar.

Observar no es una tarea fácil. Observar implica mirar y que ese mirar tenga un tanto de comprensión dejando de hacer las cosas por inercia o al tun tun. Así que se abrió un basto mundo de exploración en aquel trabajo que se había convertido ya en rutinario.

El mayor descubrimiento lo hizo un día pasando por la avenida de árboles que, a lado y lado del camino las acompañaban en el tramo desde el pueblo hasta el río.

Observando las cortezas de los árboles, se le antojaron señoritas, a cuál más divertida. Una parecía tener cara pícara y parecía decirle cada mañana: “buenos días salá”, otra mantenía una postura elegante y risueña, otra, parecía reírse del mundo, otra parecía tener ojos inquisitivos, mientras que otra parecía bailar dentro de su inmovilismo.

Sus cortezas, ásperas como la de los pinos, parecían esconder un secreto que ella estaba empezando a descubrir.

No comentó nada con las mujeres e internamente llamó a aquel tramo: el camino de las doncellas.

A partir de aquel día su caminar fue distinto, intentando encontrar un lenguaje a aquello que no tenía palabras.

Una mañana, su madre le preguntó: -¿Lucía qué has visto en el sendero que, cuando entramos en el paseo de los árboles sonríes? Te he observado varios días y siempre cambias tu expresión cuando llegamos allí-.

Lucía le explicó lo que había observado y su madre sonrió como el que escucha una historia conocida.

El camino de las doncellas

Aquella mañana, su madre anunció algo al resto de lavanderas: mujeres, Lucía es una Salma.

Un montón de vítores y aplausos acompañaron la noticia. Las mujeres dejaron de trabajar y secando sus manos en los delantales se acercaban y la abrazaban, o le pellizcaban las mejillas felicitándola, desconcertando a la inocente Lucía.

Aquello debía ser bueno, pero ella no entendía nada. Luego se lo explicaría su madre mientras se aplicaban  en las manos por la noche  la milagrosa crema al amor de la lumbre.

-¿Sabes lo que significa Salma?-

-Mira, Salma es una palabra que viene de la lengua de aquellos que vivieron aquí antes que nosotros y no sé de qué manera ha llegado a nuestros días. Significa mujer de paz.

En fin, nunca pensé tener una salma en casa, es un honor.

-Mamá y ¿por qué es tan especial ser Salma?-

-Cariño- dijo su madre -No todo el mundo puede ver el interior de las personas, ¿sabes?

-Pues yo no creo que sea nada especial -dijo Lucía… de hecho, deberíamos poder verlo todos: lo amable que es Juan, aunque a veces se muestre arisco; lo cuidadosa que es Amalia, aunque en ocasiones sea esquiva, lo generosa que es Carmela aunque a veces nos mire por encima del hombro…

-¿Sabes mamá? Creo que no lo ven porque no se lo ha enseñado nadie- y se quedó pensativa.

-¿Y si aprendo y lo enseño en la escuela? ¿Me dejará la maestra?-

La niña estaba entusiasmada con su nuevo objetivo mientras la madre veía como lentamente una de las lavanderas dejaba el oficio para hacer algo nuevo.

Solo sabía mucho la vieja del risco que hablaba con las hierbas, así que dejó que la visitara para aprender, a escondidas de su padre que lo hubiese tachado de chifladura de mujeres.

Sueños

Con el tiempo, Lucía se incorporó a la escuela local en calidad de maestra. En su primera clase les preguntó a sus alumnos:

-¿Queréis aprender a leer?-

-Y ¿a hacer cuentas?-

Los niños afirmaban con la cabeza.

-Pues aprenderemos todo eso y algo mucho más importante- les dijo Lucía.

-¿Qué podía ser más importante para tener un buen futuro que leer y llevar bien las cuentas?- le preguntaron los niños.

-Aprenderemos a ver la camisa de seda que todos llevamos dentro-dijo ella.

Desde entonces, pasan cosas en el pueblo, cosas que tienen que ver con cómo se valora a cada uno: Alejo pasó de ser el glotón zampabollos a ser el “gourmet”. Años después se convirtió en cocinero alegre y, no veáis cómo se llena el merendero de gente y de aldeanos de los pueblos contiguos. Eva pasó de ser un bicho inquieto al que se le llamaba la atención, a apodarla la mariposa azul, por la cinta que siempre llevaba en el cabello. Hoy es la que trae las telas de moda de la capital y con ayuda de Carmen, manos de ángel, confecciona los vestidos y los trajes de los lugareños.

Sabían leer, escribir y hacer cuentas y, algo que les permitió verse y reconocer en los demás su camisa de seda… Y así cambió el mundo dibujando sonrisas.

Camisa de seda

Dedicado a todos los maestros o a los que como ellos enseñan a niños y a adultos lo más importante, a SER y a mostrar quienes realmente somos. Por eso, ¡GRACIAS!

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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Unas tijeras màgicas

Entrevista a Javier Reyes

Os hablé en el post anterior de un “escultor” que crea alegría y armonía extrayendo la belleza que a veces queda oculta incluso para nosotros mismos.

Le llena el hacer feliz a los otros desde su profesión, que desarrolla desde la perfección del artista, a estas alturas, ya experimentado, inspirado por una musa que debe acompañarlo y le permite vislumbrar todo lo que puede ser.

Desafortunadamente no os puedo trasladar su acento andaluz que lo hace fresco y alegre al tiempo que familiar y que acompañan a un profesional con mayúsculas en su ramo.

Javier Reyes

 

 

Os presento Javier Reyes, peluquero y estilista, alguien que cambia el foco fundido que llevamos dentro para que mostremos fuera lo que a veces ni tan siquiera nosotros mismos somos capaces de reconocer.

¿Entramos en su cocina?

-¿Te gusta cocinar?

Sí, y reconozco que cada vez más; experimento y disfruto de las pequeñas cosas, de los pequeños gestos de cada día que se acaban convirtiendo en grandes tesoros. Unos “aparentes sencillos macarrones con su picantito” pueden saberte a gloria bendita, me dice guiñando un ojo.

-¿Qué tipo de cocinero eres?

Podríamos decir que soy un cocinero experimental, hace años que me muevo en mi profesión, y tanto en ella como en mi vida procuro descubrir nuevas combinaciones.

-¿Qué entiendes tu por éxito?

Para mí éxito va ligado a trabajo, al esfuerzo, a constancia y a que haya habido gente que haya confiado en mí.

Por otro lado la salud, fíjate que el conseguir un equilibrio saludable en tu vida también es éxito, no del que se ve, si no del que se siente y que te permite disfrutar de la vida.

-¿Artista se nace o se hace?

Creo que se nace y luego se hace, me explico: de cada uno depende el despertar ese don con el que has sido bendecido, si sabemos reconocerlo; así que cada uno puede ser artista en lo suyo; si te vas a la cocina de otro intentando cocinar como lo hace otro pierdes tu esencia y sólo copias, puedes llegar a ser muy bueno, pero no un artista, si te centras en tu don y lo desarrollas, el potencial artista se muestra.

– ¿Cómo te sientes en tu cocina en este momento de tu vida?

Fíjate que, como muchos, siento que estoy empezando una etapa nueva, el Covid ha venido a podar muchas cosas, a que nos quedemos con lo importante y que no nos perdamos en las ramas. A estas alturas creo que sé lo que quiero y eso es lo que sigo trabajando desde la serenidad en la que estoy en este momento, disfrutando.

-¿Qué lenguaje utiliza la cocina que a veces no entendemos?

En mi caso, a veces la vida me ha llevado por caminos que no he entendido, aunque con el tiempo he ido desvelando el para qué me pasaba lo que me pasaba o había vivido.

-¿Hubo algún momento en que empezaste a prestarle especial atención?

Veras, Tundra, en mi caso hubo dos ocasiones: una, por necesidad, me quedé sin soporte familiar con 17 años y eso hizo que tuviera que enfrentarme a la vida con lo poco que tenía y muy joven; la otra, cuando decidí dejar de trabajar para otro y tomar las riendas de mi vida profesional como autónomo.

-¿Qué tipo de cocina predomina en tu casa?

Es una cocina sencilla, que disfruta de las pequeñas cosas y que me permite saborear la esencia de las personas que me rodean, que es hoy por hoy, lo que más valoro.

– ¿Qué especies han aportado: calor, picante, dulzura y frescor a tu cocina?

Calor: la satisfacción del trabajo bien hecho

Picante: salir airoso de algunas situaciones comprometidas, es como poner guindilla a la comida

Dulzura: la relación con las personas y disfrutar del mar

Frescor: la alegría compartida

– ¿Cuál es tu ingrediente estrella?

El trabajo, y estoy orgulloso de lo que he conseguido yo solo, aunque tengo que reconocer que la vida me ha puesto muchas manos amigas en el camino.

– ¿Tienes alguna receta infalible para casos de emergencia?

El silencio es un buen recurso que me ha ayudado mucho.

-¿Qué significado tienen las tijeras en tu vida?¿Qué haces con ellas?

Mira Tundra, las tijeras a parte de ser la herramienta obvia de mi profesión, tienen un propósito de por sí, y es que a través de mí hacen feliz a las personas. Se ponen al servicio, liberan al cliente de unos cuantos lastres,  y en mi coctelera creo ese toque que le hace ver su propia belleza.

Abro los ojos de par en par  ante tal respuesta y me digo… creo que ya no volveré a mirar a unas tijeras de peluquero de la misma manera.

-¿Qué importancia tiene la estética en tu cocina?

Para mí es muy importante, no sólo es mi profesión si no que me gusta que lo bello se muestre a la vista.

-¿La magia existe? ¿hay espacio para la magia en tu cocina?

Claro, ¿no es a caso mi profesión mágica? El cliente entra en mi estudio y pasan muchas cosas en él; en ese tiempo compartido se produce la magia, una magia que luego sale caminando por la puerta y acompaña al que vino a verme.

-¿Qué llevas practicando toda tu vida?

El atreverme a experimentar cosas nuevas con mis clientes buscando el resultado que intuyo. Es innovación y creación.

Dime una palabra, un color, un olor y un sabor que te hayan alimentado.

Palabra: “Te quiero”, creo que es lo más bonito que nos pueden decir.

Color: beige, es sencillo, discreto y elegante

Olor: no te diré marcas, pero mi esencia está ligada al azahar, al jazmín o al galán de noche.

Sabor: el sabor exótico del curry…bueno, y el dulce, que me encanta. 

-Con lo que sabes, ¿con qué tipo de cocina soñarías?

Con una cocina en la que se comparte, se comparte momentos, sensaciones, experiencias y risas. Lo que más me satisface es poder compartir con los que me rodean.

Acabo nuestra entrevista y sonrío al recordarlo hablar de su profesión con tanta ilusión, y cómo disfruta haciendo feliz al que tiene delante mostrándole lo que él ve …y es que Javier ve belleza, y sus tijeras le acompañan cambiando amablemente su entorno.

Ese pensamiento me lleva a un poema de Joan Maragall que un profesor que tuve, Manel Bestraten, nos dejó caer por casualidad en clase un día… pero eso os lo contaré en otra ocasión… Javier le hubiese gustado.

Os dejo con el deseo de que podáis llevar la belleza a vuestro trabajo y lo viváis con la misma intensidad con la que Javier y sus tijeras descubren lo que, a veces, está escondido.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

Copyright © Tundra de San Martin tundrasblog.com

Tren a uno mismo

Entrevista a Gemma Soler Raspall

Le precede una amplia sonrisa. Se percibe la seriedad del que busca lo auténtico y la sensación de que es un tren que no tiene parada en todas las estaciones, sino que se dirige a su destino a cierta velocidad y no se detendrá en el camino.

Conversar con ella sobre la cocina es descubrir que en una copa de vino o en un guiso sencillo hay mucho de nuestra humanidad y de nuestra divinidad en cuya búsqueda nos embarcamos en cada respiración.

Os presento a Gemma Soler Raspall, ¿Entramos en su cocina?

 

Gemma Soler

 

-Gemma , ¿te gusta cocinar?

Me gusta, y te confesaré que cada vez me gusta más, por que cada vez le encuentro más significado y proximidad a la alquimia. El acto de cocinar requiere de una implicación emocional, anímica… no es solamente la mezcla de elementos. Ahora mismo estoy en las mezclas más sencillas.   

-¿Qué tipo de cocinera eres?

Después de pasar por distintas tendencias, ahora busco el equilibrio desde el sentido común, sin grandes complicaciones, cocino de forma sencilla y me cocino también así, buscando la solidez interior, para que lo que surja sea nutritivo. No hace falta una cocina muy elaborada cuando el producto con el que cocinamos es de calidad.

– ¿Cómo te sientes en tu cocina en este momento de tu vida?

Estoy empezando a recolectar el fruto de un trabajo que empezó hace años y estoy en el proceso de decidir cual será el plato final, cosa que dejaré en manos del universo.

-¿Hubo algún momento en que empezaste a prestarle especial atención a tu vida?

Fíjate que yo diría que desde siempre. He sido una niña muy observadora, me fijaba mucho y eso ya era una forma de consciencia. Para mí la consciencia no es tanto el saber si no el querer saber, podríamos decir que he buscado desde siempre.

Pero he de reconocer que esa inquietud me viene de familia.

Magia

-¿Qué lenguaje utiliza la cocina que a veces no entendemos?

Sabes, he tenido la suerte de no perder parte de la conexión con la naturaleza y las percepciones que tenía de la realidad cuando era niña, así que su lenguaje, no me es ajeno.

-¿Qué “símbolos” hay en tu cocina?

Actualmente el estudio de la teosofía ocupa todo mi tiempo y contempla un abanico muy basto de información y aprendizajes que, para serte sincera, no sé dónde me llevaran.

-¿Qué tipo de cocina predomina en tu casa?

Lo más natural y cercana al productor consciente, así me gusta cocinar en mi cocina, con coherencia, y eso requiere fuerza de voluntad, paciencia y mucho amor.

– ¿Qué especies han aportado: calor, picante, dulzura y frescor a tu cocina?

Calor: La muerte de mi padre, fue una enseñanza para mí de lo que significa la palabra amor.

Picante: Las relaciones de pareja. A veces coger el punto justo al picante cuesta, conectar a ese nivel no es nada sencillo.

Dulzura: el mar, es la solución para muchas cosas, me suaviza, me alegra, me calma, me inspira, solo necesito olerlo, sentirlo.

Frescor : el conocimiento me mantiene despierta”

Mar

– ¿Cuál es tu ingrediente estrella?

Te diré dos, el primero de ellos es la fuerza de voluntad. La perseverancia es una de las virtudes que he tenido en mi vida de forma espontánea. La otra es la magia, es el ingrediente que a menudo no se confiesa pero que sí está ahí es el que otorga el “toque definitivo”.

-Entiendo pues, que existe la  magia en tu cocina, ¿no?

Cuando somos pequeños tenemos algo maravilloso: la imaginación que es la puerta de entrada a la magia.Por desgracia, a medida que nos vamos haciendo mayores la perdemos, perdemos la fe y dejamos de ser magos y magas.

– Y ¿tienes alguna receta infalible para casos de emergencia?

Creo que la improvisación. Tantos años dando clases en la universidad te permite aflorar la creatividad y al mismo tiempo desarrollas la flexibilidad. Cocinar con los ingredientes que tienes, sean los que sean, e intentar elaborar un buen plato con la suma de todos ellos.

Gemma Soler

-¿Qué no debería faltar en las cocinas?

El fuego, el Amor de los alquímicos, de los filósofos herméticos, que no sólo calienta (te nutre, te da calidez) si no que aporta luz (conocimiento y visión).

-¿Qué llevas practicando toda tu vida?

Me temo que la paciencia, es un ingrediente que llevo trabajando mucho tiempo a través del Mindfullness, la meditación, la relajación…todo esto me ha ayudado a comprender mejor el ritmo del otro; a veces pretendemos imprimir nuestro ritmo a los demás y si eres rápido puede ser sofocante para los que te rodean.

Dime una palabra, un color, un olor y un sabor que te hayan alimentado.

Una palabra:¡Abracadabra!

Os diré que no me he resistido a buscar la etimología de la palabra y en arameo significa: “crearé como diré” …y pienso, interesante palabra…

Un color: el azul que está presente en el cielo y el mar en toda su inmensidad.

Un olor: el que más valoro cotidianamente es el café, es estimulante y me ayuda en mi búsqueda.

Un sabor: el chocolate, el pecado de muchos…por algo debe tener la tradición histórica que tiene, e invita a compartir.

Con lo que sabes, ¿con qué tipo de cocina soñarías?

Con una cocina internacional, que todos pudiéramos entender, comprender y pudiésemos disfrutar de ella. Una cocina integrada que es lo que necesita el mundo.

Fe

Quizás si recuperamos nuestra fe la magia se produzca y la alquimia del Amor se de en el corazón de cada uno para poder Ser, que es lo único que el mundo precisa.

Con este deseo me despido hasta la próxima ocasión, no sin dejar unas preguntas en el aire:

 ¿Perdimos la fe? Si la perdimos, ¿para qué nos sirvió? y…cómo podríamos recuperarla.

Quizás el mar nos inspire y nos ayude a recuperar el camino hacia lo que en esencia somos…

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

Copyright © Tundra de San Martin tundrasblog.com

¿Que músicas escuchas en tu cocina?

Hoy me paré y me senté con vosotros a escuchar mis músicas.

Oigo los sonidos de los cacharros de fondo, alguien levantó las persianas, pasó un coche cuyo conductor debía haber dormido divinamente, por que compartía su música con todo el municipio, incluso el aire, si escuchas, tiene su propio sonido, así que parece que arranca el día y todo va adquiriendo su propia velocidad.

 En ese inicio que degusto lento y que me gusta saborear: el aparente silencio de la mañana y su música, mi mente vuelve al conductor “disruptivo”.

¿Quien no conoce a alguien que necesita silencio hasta después del café? o todo lo contrario, que se levanta hablando cual papagayo al que tocaron el botón de “on” o encendido. Y pienso, cuan importante es la música en nuestras vidas y cómo nos acompaña.

musica y rosas

Nuestras células son como una comunidad de abejas, me imagino viéndolas cómo deben de reaccionar ante un tipo de vibración u otra. Si le ponemos a Vivaldi ¿cómo creeis que resultará lo que cocinan tan laboriosamente? Si las rodeamos de ruidos ¿qué sabor tendrá su néctar?

En nuestras cocinas, hay dos músicas que escuchar. La música interna, qué escucho, qué me digo y cómo me lo digo y, por otro, lo que del exterior permito que resuene con este enjambre tan bien ordenado que soy.

Actualmente, si hay algo a lo que estamos sometidos es al ruido externo. A veces, ese ruido externo aturde tanto que no logramos escuchar la música interior…o su silencio. En ocasiones, olvidamos recordar que en el fondo no somos más que un miembro de una super cocina y si no escuchamos, difícilmente podremos hacer un buen potaje; simplemente por que el logístico, no habrá hablado con el cocinero y no comprará los ingredientes necesarios, tampoco el pinche de cocina escuchará al chef y seguramente, no elaborará la salsa adecuada para el plato que se está preparando y, entonces, caigo en la cuenta de lo importante que es la escucha. 

Violin

Escucharme, escuchar a mi cocina con el oído interno me lleva a preguntarme qué me está pidiendo. En unas ocasiones quizás me pida a Bach, otras necesita saltar al son de una jota, otras, pide a gritos irse a una jam de jazz.

El saborear estos y otros matices puede ser un ejercicio muy interesante y promete una futura armonía orquestal.

Por experiencia os avanzo, si no lo habéis experimentado ya, que cuanto más escuchas, más te es revelado.

Mi maestro de yoga, Ramon Cases, decía que debíamos regar lo que quisiésemos que creciese en nosotros y al tiempo, nos decía una frase que había extraído de la película “Bambi” y que decía: “si no has de agradar es mejor callar”.

Agradar no es decirte o decirle a otro frases que halaguen o converjan siempre con tu deseo o su sentir, si no que, lo que salga por nuestra boca esté impregnado de Amor. Incluso una riña o un desacuerdo puede estarlo.

Así que hablémonos bien y trasladémoslo  a lo que nos rodea para que la cocina pueda fluir en ese zumbido armónico con todo lo que existe.

Ya no es un secreto que,  a las llamadas de alerta del cuerpo hay que hacerles caso, si no, el cuerpo se da cuenta de que lo ninguneamos a nuestro antojo y deja de avisarnos. Por eso, parad y escuchad atentamente y, si vuestro cuerpo os pide una música, acercaos a ella, a ver qué reacción produce en vosotros y cómo colorea vuestro cuadro ese día.

Os dejo con el deseo de que el ruido externo no os obstaculice el escucharos, y  os permita proyectar externamente la melodía musical que todos llevamos dentro y que frecuentemente oímos muy de lejos.

¿Descubrimos ese abanico de posibilidades musicales y el efecto que tienen en nuestro día a día?

Si te aventuras a hacer el experimento y te apetece compartir lo que viviste, estaremos atentos para nutrirnos de tu viaje y de tu aprendizaje.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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