PATOLOGIA

Cuando oyes por primera vez una interpretación algo distinta de lo que habitualmente tenías asociado a una palabra, a veces, se dibuja una sonrisa en tu interior que abre una ventana a una posibilidad quizás más luminosa. Entiendo por significación más luminosa aquella que nos ofrece un significado dentro del cual, quizás podemos encontrar una solución a nuestras búsquedas.

Seré algo más explícita: escucha la palabra “patología” … no sé tú, pero cuando yo oigo “patología” lo primero en lo que pienso es: el estudio de la enfermedad ( y así lo recoge la RAE) con lo que la palabra enfermedad implica , esto es , las connotaciones que en mi caso lleva asociada : malestar, dolor o sufrimiento…

¿Qué color le das a esa definición de: “estudiar la enfermedad”, si es que puedes imaginar un color para ello?

 ¿Imagináis un color luminoso y brillante?… Os confesaré que cuando alguien utiliza la palabra patología, a mí no me inspira vida, no me lleva a colores brillantes, más bien al contrario, los colores se apagan en mi mente y se vuelven mortecinos.

Patología

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No he estudiado griego y tengo que aceptar la traducción que otro me ofrece; y uno camina por la vida con esa definición hasta que llega alguien que nos ofrece una alternativa y entonces, se me abren los ojos como platos y pienso: ¡ uau!…

Patología viene del griego “Pathos y logia”;” pathos” significa padecimiento pero también sentimiento y “logia” significa razonar pero también tiene otro matiz que es argumentar mediante palabras, decir, expresar …¿recordáis nuestro post anterior?

¿Y si patología tuviese que ver con la expresión de una emoción??

¿No se os enciende una bombilla iluminando el túnel oscuro y lúgubre de la enfermedad? ¿No despierta en vuestro interior un: ¡AHAAAAA!

Y si puedes imaginar un color a esa nueva propuesta, ¿qué color le das? A mí se me antoja una ventana abierta, más que una cerrada y con cortinas oscuras…pero por supuesto esa es solo mi percepción, percepción que comparto por si a ti también te puede abrir esa ventana.

Para poder buscar la solución a una patología que estudie la enfermedad necesito a alguien muy especializado…pero para escuchar las emociones que se expresan en mí, lo que necesito es estar en mí y dejar de buscar fuera lo que puedo encontrar dentro, sin desdeñar en absoluto el trabajo que los profesionales de la salud nos brindan y a los que acudimos para que nos acompañen en los momentos de desequilibrio vital.

Delfos

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Y viene a mi mente el aforismo escrito en el templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”

Y ahí estamos, en este sendero de conocernos y descifrar qué nos decimos. La biodescodificación debió tomar esa interpretación como premisa intentando ofrecernos un camino hacia una vida armoniosa desde la consciencia de lo que expresamos.

Con el deseo de que la próxima vez que oigas la palabra “patología” no te asalte la angustia, si no que te preguntes: Qué se está expresando; me despido hasta la próxima ocasión, con más palabras interesantes que nos abran ventanas por las que respirar.

Luz y alegría

Tundra

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Miradas

Nos encontramos de nuevo para compartir el relato de una de nuestras lectoras. Gemma nos envía un interesante relato; cuando lo leí, me vino a la mente la difícil comunicación que establecemos los seres humanos entre nosotros. Una comunicación llena de expectativas, de deseos que, a veces, trasladamos a los otros para poder ser felices…y, cuan hermoso y al tiempo cuan difícil es poder aceptar a cada quien en el proceso evolutivo que recorre.

Sólo un ejercicio consciente de atención y aceptación nos permitirá relacionarnos con el otro de una manera sana y enriquecedora para ambos, evitando trampas que tarde o temprano se cobran su pago.

Quizás alguna o alguno se haya sentido en la situación y la posición que describe nuestra lectora. Cada uno puede elegir cómo resolver la frustración de no verse correspondido en lo que necesita…ella eligió amarle de la única manera que él podía entender…adaptó su lenguaje.

“-“¡Mírame! Pero esta vez hazlo con el alma”.- Le dice ella juguetona, cogiéndole de las manos y haciendo un esfuerzo por atraer su mirada hacia sus verdes y vívidos ojos.

Él, atónito por sus palabras e incapaz de mirarla cómo ella demanda, flexiona los hombros y encurva la espalda, escondiéndose tras el muro que había construido para protegerse; quién sabe dónde, quién sabe cuándo, quién sabe por qué…

Ella, furiosa e indignada por sentirse solamente observada por unos ojos rebosantes de deseo por poseer su cuerpo, trata de calmarse inspirando profundamente, hasta caer en el éxtasis que el oxígeno del aire puro le proporciona por un breve instante. Suficiente dosis de paz interior como para abordarle de nuevo en su intento, hasta ahora fallido, de que la viera como Ser Vibrante, no como mujer objeto. Fija sus ojos a los suyos, conectando de nuevo con la esperanza y acariciando con destreza su espesa barba le repite:

-“¡Mírame! Dime ¿qué ves?”.-

Él, inexperto en el olvidado arte del amor, busca activamente en su mente (pero sin éxito) la manera de complacerla. Sabe que debería indagar en su corazón, pero le aterra acceder a ese lugar acorazado y remoto que un día le proporcionó tanta dicha y tanto sufrimiento… Y aún queriendo amarla de la única manera que ahora puede, con el cuerpo del deseo, se percibe atrapado y desbordado, sin saber gestionar la presión generada por su represión emocional en forma de sólido muro, el que le permite mantener la distancia necesaria para no implicarse, pero también el que le impide amarla como sabe que merece.

Ella, percibiendo que él está desmoronándose, sabe que solo tiene dos caminos: seguir insistiendo en su objetivo (el reclamo de un igual ante ella) con lo que conseguiría que el animal herido huya despavorido, dando tumbos de un lado a otro, sin rumbo fijo; o comprender sus limitaciones al gran coste de sentirse madre, pero no pareja.

Así que inhala de nuevo con profundidad, nutriéndose de la fuerza y la frescura del aliento divino y consciente de que el Amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea, le mira dulcemente desabrochándose los botones de la camisa, contorneando sus caderas al ritmo de “Sad eyes” y dejando al descubierto todo su SER al desnudo…

Aun sabiendo que él tan sólo puede ver una nimia parte de todo lo que ella ES, le coge sus manos temblorosas y acercándolas a sus pechos, esta vez le dice con voz seductora:

-“¡Mírame!”-

Aunque en realidad ella piensa:

-“¡Á-ma-me!”…

NOTA: “Sad Eyes” es una preciosa canción de Bruce Sprinsteen que narra el empeño de un hombre por conseguir hacer ver a una mujer que la ama, que él es el hombre que le conviene y que jamás se rendirá porque está convencido de ello.

Hay una frase que pertenece al mundo jurídico pero que se puede extrapolar y que me gustaría traer a colación  que dice: “el que puede lo más, puede lo menos”; o en el mundo de la producción: “hay que ir a la velocidad del eslabón más lento de la cadena productiva”.

No quisiera que cayésemos en la trampa de poner en una posición de superioridad a ese que sabe más, ni al que es más rápido…a mi juicio, tiene que ver con la tolerancia del ritmo y el proceso del otro…si sabes que alguien está en primaria, no le explicas integrales, por que no puede entenderte, lo orgánico seria colaborar en que la comunicación fluyese con ese que en el fondo lleva unas gafas diversas a las nuestras para que no hubiese conflictos, ¿qué sentido tendría?

No os negaré que eso es arduo y difícil, nuestros egos con toda su abanico de recursos hacen acto de presencia y nos dificultan poder sentir y ser compasivo en cada situación.

Os dejo hasta la próxima ocasión, agradeciendo a Gemma su generosa participación y la reflexión que nos deja…¿Cómo adaptaré mi lenguaje para que la comunicación sea amorosa conmigo y con los otros?

Luz y alegría

Tundra

…y luna llena

Hay afectos que dejan huella en el alma por que la forma en la que se transmiten tiene más que ver con el sentir que con el decir. Todos aquellos que han compartido o comparten sus vidas con seres de otros reinos, ya sean animales, plantas e incluso minerales (aunque pueda parecer mentira), con el tiempo sienten en sí una manera diversa de leer el ambiente. Relacionándote con ellos tienes acceso a   desarrollar una sutilidad que nos enriquece  y nos abre a la simplicidad y a la generosidad.

Os dejo con el relato que Elia nos comparte; el sentir de una partida… quizás tu hayas vivido también alguna y recuerdes el poso que dejó en ti aquella relación.

Llaman a la puerta, te miro, –no, todavía no, cariño– te cojo por debajo de tus patitas delanteras, te saco de mi falda y te dejo en el comedor suavemente encima de nuestra mantita de sofá, que huele a ti, que huele a nosotros.

Voy pasillo abajo:

– ¿Sí?

–Soy Ángel– Abro las dos puertas del portal por el telefonillo. Sube el ascensor.

–Gracias por venir. 

–Mujer, no faltaría más, sé qué es esto.

–Pasa, está en el comedor. Míralo, qué delgadito está.

–Moix, con lo que tú has sido. ¿A qué hora viene?

–Sobre las cuatro; sólo falta media hora…– Noto como al decirlo se me retuerce la caja torácica con un movimiento fugaz hacia adelante. Me yergo enseguida en reacción, a golpe de consciencia del momento.

 –Ven, vamos a la terraza con este solecito; qué calor más bueno. – Cojo a Moix y nos sentamos en el suelo.

–Ángel, hazme fotos con él, por favor. 

– Sí, claro.

Mi amado… No quiero perder ni un solo segundo llorando; sonrío y ya sólo existes tú. Los dos en el suelo, te miro, me correspondes, me abrazas por el cuello, tus felinos abrazos envuelven mi alma y noto cómo se apoyan en mi pecho para siempre; te hablo. Viene Denís, nos aborda con su cola y lame la tuya, se restriega por mi pierna, él también forma parte; alargo la mano izquierda y lo acaricio mientras te sostengo en mi regazo. Denís se va, nos deja a solas, creo que lo sabe.

El sol me acaricia la piel y calienta mis ánimos en este helado impulso hacia lo inevitable. Nos miramos unos instantes a los ojos y noto el clic de la inmortalidad en formato digital.

Me levanto, entramos en el comedor de nuevo, te dejo pasear, te miramos, te observo ir arriba y abajo, vas a beber, ¿ahora? ¿No será malo?

Pasan segundos, minutos. Suena el timbre de la puerta, ahora sí. Voy de nuevo hacia el recibidor. Abro las dos puertas por el telefonillo.

–Es Paloma, ya está aquí. Denís, ¡ven!– Encierro a Denís en mi dormitorio, no quiero que lo vea.

Cojo aire, abro la puerta de casa, entra la veterinaria. Entra el final.

Despejo la mesa del comedor, la luz solar nos acaricia atravesando el marco de la cristalera. Pregunto asépticamente cómo será el proceso; controlo, lo necesito, no quiero perder el norte: Moix no se lo merece. Llevo un tiempo preparándome para este momento, incluso en sueños; así que respiro hondo y sigo con las preguntas. Recibo las respuestas claras que me hacen decidir dónde voy a acompañarle y cómo.

Me siento en la silla más soleada, la que recibe la brisa otoñal que nos envuelve dulcemente. Te sostengo en mis brazos, tu cabecita en mi pecho izquierdo, tantas veces allá reposada, un gesto habitual y conocido; estás tranquilo. Noto a Ángel de pie a ese lado; su calidez me acompaña. Noto la dignidad de tu doctora en cada movimiento preparatorio.

Te hablo, te susurro dulcemente:

– “Moix, tu saps que t’estimo, tot anirá bé, ets el meu amor, t’estimo molt, Moix”. (Moix, tu sabes que te quiero, todo irá bien, eres mi amor, te quiero mucho, Moix) – Lo repito de las mil maneras que tú bien conoces. Mientras me miras, me hueles y no te mueves; sé que lo sabes, y te dejas. Primer pinchazo en el muslo izquierdo, una dosis de felicidad artificial. Miro tu carita, se te dilatan las pupilas y el verde del iris se te encoje; abres la boquita y me sacas la lengua repetidamente. Pregunto si es normal y qué significa.

–Tranquila, Elia, esto es como la morfina: ahora está en éxtasis, disfrutando. No notará nada más.

No dejo de acariciarte entre mis brazos, te retengo. Te buscan la vía para la inyección letal. Observo varios movimientos de líquido y dejas de moverte. Una nube de obligación me nubla el corazón; sé que es lo correcto, pero el dolor empieza a aparecer. Consigo seguir serena. Dejas de enseñarme la lengua. Dejas de mover el corazón, ¿dejas de notarme? La flacidez de tu cuerpo se abandona en mi abrazo, ya no estás. Paloma te coge, encima de la mesa te observa médicamente.

–Ya está.

MAS ALLÁ DE LA MUERTE

–¿Ya?–Me levanto mecánicamente sin dejar de mirar tu cuerpecito gris y blanco, inerte y desparramado por la madera de caoba de la mesa.

Ángel me abraza; empiezo a llorar. Un pañuelo, dos, tres, Ángel va en búsqueda de más Kleenex. Respiro con dificultad. El proceso sigue, ahora preparamos el cadáver. Esta noche vendrán a por él los encargados de la empresa enviada por el ayuntamiento.

Lo envuelvo con su toallita azul, luego el empapador de su trasportín. Voy en búsqueda de una bolsa de plástico, hemos de bajarlo al trastero, no quiero que Denís conviva ni un segundo con el cadáver, que los gatos lo huelen todo. El drama no hace falta que sea más grande de lo que ya será con su ausencia.

La mortaja está lista. Ángel lo sostiene. Denís sigue encerrado. Paloma recoge los instrumentos. Estoy desorientada. Enfilo por el pasillo, abro la puerta de la calle. Oigo sollozos. Me giro. Borbotones de lágrimas salen sin freno. Ya somos dos mujeres plañendo a Moix. Ángel lo sostiene con rigidez. Tres + 1 en el ascensor, bajamos.

Abro el trastero. Dejo el paquete mortuorio encima de la estufa. Cierro el trastero mecánicamente.

–Un buen día de sol, sí… – Ángel me abraza, sigo llorando. Me despido con el corazón agradecido.

Subo sola a casa, abro la puerta de mi habitación y sale Denís. Mi amado y fiel gatito. Lo abrazo con ternura. Llega la noche, llega la oscuridad, pasillo arriba y abajo de convulsiones y lamentos. “Reconec la meva condició d’esmaperduda i no ho puc controlar…” (Reconozco mi condición desangelada y no la puedo controlar…”)

Un duermevela me acompaña entre sábanas, esta vez sin presión felina. Me levanto a las seis, una luz de luna llena inunda la terraza, se aposenta en la silla y me mira con calor. 

–“Ets tu, Moix? ¿Ja has arribat? Gràcies, gràcies, gràcies per tot el teu amor i per aquesta escalfor d’estels eterns”. –(¿Eres tú, Moix? ¿Ya has llegado? Gracias, gracias, gracias por todo tu amor y por este calor de estrellas eternas).

Este trimestre es época de partidas…parece que el invierno invita, por un motivo u otro a los que ya no tienen que seguir por aquí, a tomar el camino de vuelta a casa.

Que la luz, que en estos meses gana minutos a la oscuridad, los acompañe en su camino de retorno mientras nosotros le sacamos jugo a lo que nos rodea sabiendo que formaron parte de nuestra historia.

Luz y alegría

Tundra

ROMA

Cuando leí el escrito que nos envió María Teresa, pensé en que todos tenemos un lugar en el cual se reconforta nuestra alma y al que volvemos para recomponernos cuando nos sentimos frágiles, faltos de energía o simplemente necesitamos un paréntesis. Para algunos será un lugar de vacaciones, para otros aquella cafetería donde se sintieron como en casa, para otros quizás la manta que los arropa cuando sienten frío…y hay tantos tipos de frío…

Es hermoso tener ese lugar que forma parte de nuestro recuerdo y que nos hace sentir seguros, no obstante, os quiero compartir algo y la reflexión que me hice algunos años después por si os puede ser útil.

Hubo un lugar en el que fui muy feliz y al que volvía mentalmente de forma sistemática durante mucho tiempo después, diciendo que había dejado allí parte de mi corazón.

Volví físicamente a ese lugar 10 años después. Aquel lugar, ya no era aquel lugar, había cambiado y yo seguía atrapada a la emoción que me vinculó a él y me pregunté: para qué seguía volviendo allí en mi mente, si aquel lugar era el de hacía 10 años, donde vivió la Tundra de hacía 10 años y habían sucedido cosas hermosas hacía 10 años. Esas “visitas” estaban obstaculizando vivir en el momento en el que estaba y donde estaba perdiéndome lo que sí estaba sucediendo.

Os confesaré que cuando me hago esas preguntas, no puedo obviar respondérmelas y, como no me escucha nadie, cosa que podría llevarme a querer dar una imagen impecable, tengo que ser sincera conmigo misma… y me encuentro con perlas preciosas en mi vida. A veces las siento como bofetones de realidad, pero acaban siendo momentos cruciales en los que no me queda otra que elegir si seguir en lo que ya no es o vivir lo que sí es. Lo que decida será lícito, si esa es mi elección, no obstante…¿me hará feliz cualquiera de ellas?

“Ciudad eterna, mi amor oculto, mi pasión, ROMA.
Creo que todo empezó en ese viaje, ese viaje en familia que no fue para nada tranquilo y placentero, pero en la mente de una niña de 8 años curiosa y sensible, causó estragos.
Fue un viaje en caravana, con unos amigos de mis padres, con hijos adolescentes que me ignoraban, sin malicia alguna pero,¡era lógico!, nada teníamos en común, yo era un incordio.
Vi cosas bonitas, “grandes”, interesantes, imponentes, “antiguas”. Para mí que fueran antiguas era súper importante.
Poder tocar el busto de un César del que no me importaba su nombre, pero sí su historia, poder reseguir con mis manos ignorantes su cara, me hacia estremecer, vibrar.
Lo recuerdo con tanta nitidez, que creo haber vivido un sueño.
¿Cómo podía explicar a mis padres que sentía placer al estar rodeada de tanta historia?.
Que me sentía diferente, privilegiada, afortunada.
Pensar que estaba pisando el suelo, respirando el aire, viendo un atardecer desde una de las siete colinas de Roma, tampoco recuerdo cual, rodeada de jóvenes parejas besándose, ajenas a las miradas indiscretas, me hizo descubrir entre otras cosas, de forma prematura, el placer, el goce, en esa ciudad.
Imaginar que una niña “de hacía 1.000 años”, como yo decía, pudo tener mis mismas sensaciones, mis mismos pensamientos, ver lo que yo estaba viendo, era suficiente para hacerme viajar, fantasear, me sentía feliz y me evadía.
Me evadía del caos, sufrimos un robo, un accidente, sufrimos a mi padre y su carácter.
Pero qué importaba eso, ¡estaba en el país más bonito del mundo! Vimos ciudades fantásticas, Florencia, Venecia, Pisa; visitamos pequeños pueblos tranquilos, vivimos la amabilidad de su gente.
Pero Roma fue única.
La Fontana de Trevi me impactó, tan grande, tan sucia, tan bonita, una pequeña joya escondida entre callejuelas ruidosas y caóticas. Era una fuente mágica; le tirabas una moneda y pedías un deseo, aún recuerdo con exactitud lo que pedí: “tener gemelos y casarme con mi primo”, mi tierno amor de infancia.
Por fortuna, mi moneda nunca llegó a permanecer demasiado tiempo en el agua. Había dos chicos en ropa interior pescando ávidamente las monedas, incluida la mía, que lancé con tanto ímpetu, pasión y fé.

Eso sí me impacto, pensé que esos chicos con sus calzoncillos de color indeterminado, que en algún momento habían sido blancos, su descaro, su simpatía, su delgadez, no se parecían en nada a las figuras masculinas que tenían a sus espaldas, tan bellas, tan rígidas, tan frías.

Sentí cierta lástima por ellos y en ese momento dejé de creer en la magia de la Fontana, pero no en la magia de la ciudad.
Una magia que sigue viva en mi.
En Roma me siento en casa.”

Con el deseo de que todos tengáis una Roma en vuestro interior en la que os podáis sentir como en casa, me despido hasta la próxima ocasión, no sin agradecer antes a María Teresa que haya compartido una experiencia que, sin duda, marcó un antes y un después en su vida y ocupa un lugar especial en su sentir.

Nos volveremos a encontrar el año próximo con la celebración de un nacimiento …pero eso será el próximo año.

Desde aquí utilizo las palabras con las que mi abuelo hacía el brindis en estas fechas: “Siempre como ahora y mejor, lo que Dios quiera”.

Feliz Navidad y una amorosa entrada en el 2023.

Luz y alegría

Tundra

AMAPOLAS EN EL CAMINO -1

Llegó el mes de septiembre y con él, los inicios de un nuevo ciclo.

La vuelta al cole da el pistoletazo de salida a esos proyectos que se iniciaron en nuestras mentes en primavera y empezaron a ver la luz a principios de verano para que, madurados bajo el calor y el sol de estos meses, empiecen a mostrarse ahora.

Os propuse que compartiésemos espacio para enriquecer, con las experiencias de algunos de vosotros, aprendizajes, vivencias y sentires… porque cuántas veces hemos creído que algo que nos ha pasado o hemos sentido es único y, al compartirlo, surgen otros que responden: ¡a mí también me pasó!

En ocasiones, compartir las experiencias nos permite quitarle hierro, otras encontramos  soluciones conjuntas u opciones que otros encontraron y nosotros no vemos…En fin, que en mi opinión, compartir según qué cuestiones vividas en silencio y  que pertenecen a la esfera de lo íntimo  es generar un sostén, a veces inconscientemente percibido por quien pasa por una circunstancia parecida a la descrita… y ya no estás solo en tu experiencia, porque hay alguien que puso negro sobre blanco a aquello que tú estás viviendo.

Bien, pues con esa pretensión os sugerí: Amapolas en el camino.

La amapola tiene una connotación especial en mi vida. Es una flor que llama la atención creciendo entre los trigales y al tiempo es delicada y frágil. Vuestros escritos, a mi parecer, serán como esas amapolas: para algunos serán un mensaje que les recuerde que no están sol@s en su experiencia…y es que ¡otros pasaron por ahí!, y al tiempo son delicados y deben cuidarse como tales, porque ellos  son el reflejo de los sentires que sustentan nuestras relaciones y los que conforman nuestro álbum y la memoria de nuestra vida colmada de experiencias.

Ante todo, quiero agradecer a todos aquell@s que me habéis enviado algún texto, vuestro tiempo y apertura.

Para iniciar este nuevo año lectivo, os diré, cómo me sentí yo hace unos días.

Os lo explico breve, que estamos todos acelerados reubicándonos en nuestros sitios para afrontar una vuelta más  lo conocido: nuestro horario de trabajo, el gimnasio, las actividades extras programadas… aunque sé que hay algunos que decidisteis cambiar un poco todo eso.

Hace tiempo que toco mi caracola y hace unos pocos días, mientras la tocaba tenía la sensación de que llamaba a todas las Tundras que he ido dejando desperdigadas por ahí éste último tiempo: a la que le chifla bañarse y se quedó en la playa de la infancia, a la que salió a explorar varios fines de semana entornos desconocidos, a la que leía bajo los árboles o  a la que compartía abanico en estas tórridas noches de verano; las llamaba como el maestro  llama a los niños en el patio de la escuela para entrar en clase. Fue una sensación extraña y al mismo tiempo la constatación y la necesidad de estar toda yo en lo que estoy emprendiendo.

Será que como llega el otoño y la luz va disminuyendo mi Ser, empieza a preparase para lo que llega y empieza a poner orden.

Os propongo que aquello que surgió en mí al azar, lo hagáis vosotros conscientemente… Llamad a todos vuestros yoes para encontraros en otoño en el mismo lugar, allí donde estés, y desde ahí, emprender un nuevo viaje.

Nos volvemos a encontrar el mes que viene con uno de esos textos preciosos que comparten… mientras tanto, ordenemos nuestro entorno y a nosotros mismos…el viaje está a punto de empezar.

Luz y alegría

Tundra

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Desde mi balcón 4

¿Qué es vivir?

A raíz de una pequeña conversación con una conocida, a quien también le gusta escribir, se coló en mí esta pregunta.

Os trasladaré el hilo conductor de la reflexión con la intención de que compartáis si queréis y tenéis tiempo conmigo y con los que nos puedan leer, qué significa para vosotros vivir.

Veréis, la conversación se inició a raíz de cómo se buscaba el momento creativo. Algunos lo hacen en silencio, ella me decía: Tundra, para escribir, tengo que vivir.

Esa respuesta me hizo preguntarme qué era vivir para mí.

Hay una práctica común en el yoga y en el budismo y seguramente en otras disciplinas que propone centrar la atención en la respiración.

Cuando se práctica, sobre todo al principio, observas cómo tu mente está en todos sitios menos en la respiración, que es el objeto de la práctica, y delante de tal cuadro nos damos cuenta de que la mayoría de las veces nuestra mente está recordando lo que ya pasó o planificando lo que querremos hacer.

La mención de “aquí y ahora” que tan de moda se puso ya hace algunos años, se evidenciaba como algo no tan fácil de conseguir a pesar de la voluntad y la conciencia que se intenta poner al hacer el ejercicio.

La mente utiliza, de motu propio, una cantidad ingente de trucos para llevarnos lejos de donde estamos y captura nuestra atención a través de las emociones, a través de los sentidos. Observarla es espectacular, al igual que ver lo vulnerables que somos a ella.

Así que estamos de cuerpo presente y con la mente ausente.

En el mundo del yoga muchos la han asimilado a un mono, no es por que sí.

Mono

¿No os ha pasado en alguna ocasión que habéis saboreado más una experiencia recordándola o planificándola que en el mismo momento en que ocurrió?

¿Qué pasa entonces cuando está aconteciendo la situación?

En ocasiones me reconozco haciendo ese juego de saltimbanqui en el que una parte de mi cerebro está presente y otra programando que haré más tarde…así que, reconozco que no estoy toda yo allí viviendo lo que pasa y pienso en que hay una parte de mí que se perdió la vivencia, pasó detalles por alto, o interpretó con información parcial una situación porque no estaba del todo allí.

Normalmente no nos damos cuenta de eso porque llevamos una vida cuya velocidad de crucero, a pesar de ser considerada normal, no lo es.

Si soy capaz de darme cuenta y centro mi atención en la respiración, los días de más fortuna no salto hacia atrás y adelante como una pelota de ping pong en la línea del tiempo.

En mi caso, la naturaleza y la armonía que encuentro en la música o la lectura capturan a ese mono saltarín permitiéndome estar presente.

Tumbas

Viene a mi memoria un cuento que leí en algún lugar, en el que se relataba una imagen que tardé en entender, no ya conceptualmente, si no desde el punto de vista del sentir.

Se hablaba de un pueblo en el que había un cementerio donde en cada una de las lápidas constaba el tiempo vivido de los que estaban allí enterrados.

Alguien hicía la reflexión de que en aquel pueblo la gente moría muy joven, y es que, en la lápida, se reflejaba el tiempo que realmente habían vivido.

Cuando caí en la cuenta de la poca presencia real que en ocasiones hay en nuestra vida, siempre yendo y viniendo, corriendo y o yendo a contrarreloj, pensé qué pondría en la mía.

¿Sería quizás una recién nacida? ¿Habría llegado al jardín de infancia?

Desde entonces me esfuerzo, unas veces con más fortuna que otras, a recordarme dónde estoy.

Vivir cada momento, sin tener que revivirlo para saborearlo…difícil tarea con el ágil mono que vive en mí.

Quizás, en algún momento llegue a domesticarlo de forma que siempre pueda estar donde quiera estar. En este caso, ahora, aquí con vosotros.

Y para vosotros ¿qué es vivir?

Luz y alegría

Tundra

 

Fotografia Tundra de San Martin

 

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Historia de un piano

Erase una vez un piano de cola que vivía en una mansión.

La mansión, gris y un tanto descuidada, había sido abandonada hacía ya algunos años, y tanto la construcción como el jardín que la rodeaba reflejaban la falta de un espíritu que las habitase y les diese vida.

A pesar de sus dimensiones y de su potencial, cuando se pasaba por delante de la verja, un tanto oxidada, que delimitaba el terreno que la rodeaba, pocos se paraban a mirar; llevar los ojos hacia ella era entrar en un estado de letargo y nostalgia pasada que los paseantes instintivamente evitaban.

Si entrabas en la casa, a la izquierda, en medio de un gran salón vacío descubrías un piano. La tapa superior del piano estaba abierta sostenida por un bastidor que parecía informar de que en algún momento había sido tocado y parecía como si súbitamente hubiese quedado huérfano. Sus teclas estaban cubiertas con un fieltro verde, cubierto también de polvo.

Las casas abandonadas tienden a ser invadidas lentamente por otros seres, plantas y animalitos varios que buscan el calor y el recogimiento en el invierno o un lugar seguro donde procrear en primavera, y aquella casa no era distinta.

Descubrieron, por fortuna, unos ratoncillos un recoveco por el que colarse a través de la puerta del jardín. Digo por fortuna, por que la invasión de los ratoncillos supuso un cambio que pocos podrían haber sospechado.

Los espacios que recorrieron aquellos ratoncillos antes de descubrir el piano eran inmensos, pues inmensa era la casa llegando, finalmente, a la sala donde se podía descubrir al instrumento, solemne, de cola, abierto y… lleno de polvo. Ante tan impresionante visión, algunos, temerosos, lo miraban de lejos; no obstante, un par de intrépidos se aventuraron a escalar por él y a pasearse por su superficie. Quizás podrían hacer allí su nido. Por su temperamento inquieto, los ratoncillos, iniciaron un juego en el que se deslizaban, después de coger carrerilla, por la superficie de la tapa que cubría las teclas. En ese juego inocente se precipitó uno de ellos cual bola de nieve que rueda ladera a bajo, sobre el fieltro que las cubría, abriendo la caja de los truenos, pues sonaron un seguido de notas que se oyeron hasta el otro lado del mar.

Inmediatamente, todos se escondieron ante tal estruendo, pero al ver que no pasaba nada, repitieron la experiencia saltando sobre el teclado y descubriendo sonidos armónicos e inarmónicos en ese juego saltarín.

Mientras descubrían los sonidos de todas aquellas notas, iban desempolvando el piano adormecido que se liberaba de un gran peso creando imágenes en el aire que, instantes después, desaparecían.

Un día alguien pasó por delante de la casa, y oyendo el sonido de las teclas del piano abrió la cancela, llena de herrumbre, y entró en ella.

Por supuesto, nuestros tímidos ratoncillos, al oír el chirriar de los goznes de la puerta se escondieron, observado curiosos al intruso que se paseaba por toda la casa.

Como no, llegó a la habitación del piano y allí lo descubrió…lleno de polvo…lleno de polvo, y lleno de señales de patitas por todos lados.

Sorprendido ante el descubrimiento, abrió las ventanas, dejó que la luz ocupara la habitación y se sentó a tocar el piano.

No sonaba mal.

Salió decidido. Esa sería su casa. Habría que ponerla en luz, limpiar, pintar, decorar…un proyecto que abordar con energía, sin prisa, pero sin pausa.

Así que nuestro pianista compró la casa y actualizó cada una de las estancias, así como el precioso jardín que la rodeaba, no sin esfuerzo, pero con ilusión por la visión que lo empujaba.

Reparó las cañerías que inundaron la cocina; sustituyó los cables que se habían quemado y todas las tardes, al ponerse el sol, tocaba el piano entre pinturas y herramientas.

Después de algún tiempo, no pudo creerlo, un día amaneció y se dio cuenta de que, lo importante estaba hecho, así que disfrutó de su música matinal que se armonizaba con el canto de los pájaros que habían ido trasladando sus nidos a su jardín.

Los ratoncillos, encontraron un lugar donde esconder su nido y poder disfrutar de la música que, ahora sí, salía de un piano afinado y vivo.

El propietario nunca los buscó, aunque sabía que estaban en algún lugar; gracias a ellos había descubierto la casa y había llegado hasta el piano.

A veces, la vida, pone ratoncillos en nuestro camino para despertar aquello que está abandonado y precisa ser rescatado.

Y quizás, si les prestamos atención, llegaremos a nuestro piano y abriremos las ventanas de nuestra casa para que la luz la inunde llenándola de música.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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Unas tijeras màgicas

Entrevista a Javier Reyes

Os hablé en el post anterior de un “escultor” que crea alegría y armonía extrayendo la belleza que a veces queda oculta incluso para nosotros mismos.

Le llena el hacer feliz a los otros desde su profesión, que desarrolla desde la perfección del artista, a estas alturas, ya experimentado, inspirado por una musa que debe acompañarlo y le permite vislumbrar todo lo que puede ser.

Desafortunadamente no os puedo trasladar su acento andaluz que lo hace fresco y alegre al tiempo que familiar y que acompañan a un profesional con mayúsculas en su ramo.

Javier Reyes

 

 

Os presento Javier Reyes, peluquero y estilista, alguien que cambia el foco fundido que llevamos dentro para que mostremos fuera lo que a veces ni tan siquiera nosotros mismos somos capaces de reconocer.

¿Entramos en su cocina?

-¿Te gusta cocinar?

Sí, y reconozco que cada vez más; experimento y disfruto de las pequeñas cosas, de los pequeños gestos de cada día que se acaban convirtiendo en grandes tesoros. Unos “aparentes sencillos macarrones con su picantito” pueden saberte a gloria bendita, me dice guiñando un ojo.

-¿Qué tipo de cocinero eres?

Podríamos decir que soy un cocinero experimental, hace años que me muevo en mi profesión, y tanto en ella como en mi vida procuro descubrir nuevas combinaciones.

-¿Qué entiendes tu por éxito?

Para mí éxito va ligado a trabajo, al esfuerzo, a constancia y a que haya habido gente que haya confiado en mí.

Por otro lado la salud, fíjate que el conseguir un equilibrio saludable en tu vida también es éxito, no del que se ve, si no del que se siente y que te permite disfrutar de la vida.

-¿Artista se nace o se hace?

Creo que se nace y luego se hace, me explico: de cada uno depende el despertar ese don con el que has sido bendecido, si sabemos reconocerlo; así que cada uno puede ser artista en lo suyo; si te vas a la cocina de otro intentando cocinar como lo hace otro pierdes tu esencia y sólo copias, puedes llegar a ser muy bueno, pero no un artista, si te centras en tu don y lo desarrollas, el potencial artista se muestra.

– ¿Cómo te sientes en tu cocina en este momento de tu vida?

Fíjate que, como muchos, siento que estoy empezando una etapa nueva, el Covid ha venido a podar muchas cosas, a que nos quedemos con lo importante y que no nos perdamos en las ramas. A estas alturas creo que sé lo que quiero y eso es lo que sigo trabajando desde la serenidad en la que estoy en este momento, disfrutando.

-¿Qué lenguaje utiliza la cocina que a veces no entendemos?

En mi caso, a veces la vida me ha llevado por caminos que no he entendido, aunque con el tiempo he ido desvelando el para qué me pasaba lo que me pasaba o había vivido.

-¿Hubo algún momento en que empezaste a prestarle especial atención?

Veras, Tundra, en mi caso hubo dos ocasiones: una, por necesidad, me quedé sin soporte familiar con 17 años y eso hizo que tuviera que enfrentarme a la vida con lo poco que tenía y muy joven; la otra, cuando decidí dejar de trabajar para otro y tomar las riendas de mi vida profesional como autónomo.

-¿Qué tipo de cocina predomina en tu casa?

Es una cocina sencilla, que disfruta de las pequeñas cosas y que me permite saborear la esencia de las personas que me rodean, que es hoy por hoy, lo que más valoro.

– ¿Qué especies han aportado: calor, picante, dulzura y frescor a tu cocina?

Calor: la satisfacción del trabajo bien hecho

Picante: salir airoso de algunas situaciones comprometidas, es como poner guindilla a la comida

Dulzura: la relación con las personas y disfrutar del mar

Frescor: la alegría compartida

– ¿Cuál es tu ingrediente estrella?

El trabajo, y estoy orgulloso de lo que he conseguido yo solo, aunque tengo que reconocer que la vida me ha puesto muchas manos amigas en el camino.

– ¿Tienes alguna receta infalible para casos de emergencia?

El silencio es un buen recurso que me ha ayudado mucho.

-¿Qué significado tienen las tijeras en tu vida?¿Qué haces con ellas?

Mira Tundra, las tijeras a parte de ser la herramienta obvia de mi profesión, tienen un propósito de por sí, y es que a través de mí hacen feliz a las personas. Se ponen al servicio, liberan al cliente de unos cuantos lastres,  y en mi coctelera creo ese toque que le hace ver su propia belleza.

Abro los ojos de par en par  ante tal respuesta y me digo… creo que ya no volveré a mirar a unas tijeras de peluquero de la misma manera.

-¿Qué importancia tiene la estética en tu cocina?

Para mí es muy importante, no sólo es mi profesión si no que me gusta que lo bello se muestre a la vista.

-¿La magia existe? ¿hay espacio para la magia en tu cocina?

Claro, ¿no es a caso mi profesión mágica? El cliente entra en mi estudio y pasan muchas cosas en él; en ese tiempo compartido se produce la magia, una magia que luego sale caminando por la puerta y acompaña al que vino a verme.

-¿Qué llevas practicando toda tu vida?

El atreverme a experimentar cosas nuevas con mis clientes buscando el resultado que intuyo. Es innovación y creación.

Dime una palabra, un color, un olor y un sabor que te hayan alimentado.

Palabra: “Te quiero”, creo que es lo más bonito que nos pueden decir.

Color: beige, es sencillo, discreto y elegante

Olor: no te diré marcas, pero mi esencia está ligada al azahar, al jazmín o al galán de noche.

Sabor: el sabor exótico del curry…bueno, y el dulce, que me encanta. 

-Con lo que sabes, ¿con qué tipo de cocina soñarías?

Con una cocina en la que se comparte, se comparte momentos, sensaciones, experiencias y risas. Lo que más me satisface es poder compartir con los que me rodean.

Acabo nuestra entrevista y sonrío al recordarlo hablar de su profesión con tanta ilusión, y cómo disfruta haciendo feliz al que tiene delante mostrándole lo que él ve …y es que Javier ve belleza, y sus tijeras le acompañan cambiando amablemente su entorno.

Ese pensamiento me lleva a un poema de Joan Maragall que un profesor que tuve, Manel Bestraten, nos dejó caer por casualidad en clase un día… pero eso os lo contaré en otra ocasión… Javier le hubiese gustado.

Os dejo con el deseo de que podáis llevar la belleza a vuestro trabajo y lo viváis con la misma intensidad con la que Javier y sus tijeras descubren lo que, a veces, está escondido.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

Copyright © Tundra de San Martin tundrasblog.com

¿Que músicas escuchas en tu cocina?

Hoy me paré y me senté con vosotros a escuchar mis músicas.

Oigo los sonidos de los cacharros de fondo, alguien levantó las persianas, pasó un coche cuyo conductor debía haber dormido divinamente, por que compartía su música con todo el municipio, incluso el aire, si escuchas, tiene su propio sonido, así que parece que arranca el día y todo va adquiriendo su propia velocidad.

 En ese inicio que degusto lento y que me gusta saborear: el aparente silencio de la mañana y su música, mi mente vuelve al conductor “disruptivo”.

¿Quien no conoce a alguien que necesita silencio hasta después del café? o todo lo contrario, que se levanta hablando cual papagayo al que tocaron el botón de “on” o encendido. Y pienso, cuan importante es la música en nuestras vidas y cómo nos acompaña.

musica y rosas

Nuestras células son como una comunidad de abejas, me imagino viéndolas cómo deben de reaccionar ante un tipo de vibración u otra. Si le ponemos a Vivaldi ¿cómo creeis que resultará lo que cocinan tan laboriosamente? Si las rodeamos de ruidos ¿qué sabor tendrá su néctar?

En nuestras cocinas, hay dos músicas que escuchar. La música interna, qué escucho, qué me digo y cómo me lo digo y, por otro, lo que del exterior permito que resuene con este enjambre tan bien ordenado que soy.

Actualmente, si hay algo a lo que estamos sometidos es al ruido externo. A veces, ese ruido externo aturde tanto que no logramos escuchar la música interior…o su silencio. En ocasiones, olvidamos recordar que en el fondo no somos más que un miembro de una super cocina y si no escuchamos, difícilmente podremos hacer un buen potaje; simplemente por que el logístico, no habrá hablado con el cocinero y no comprará los ingredientes necesarios, tampoco el pinche de cocina escuchará al chef y seguramente, no elaborará la salsa adecuada para el plato que se está preparando y, entonces, caigo en la cuenta de lo importante que es la escucha. 

Violin

Escucharme, escuchar a mi cocina con el oído interno me lleva a preguntarme qué me está pidiendo. En unas ocasiones quizás me pida a Bach, otras necesita saltar al son de una jota, otras, pide a gritos irse a una jam de jazz.

El saborear estos y otros matices puede ser un ejercicio muy interesante y promete una futura armonía orquestal.

Por experiencia os avanzo, si no lo habéis experimentado ya, que cuanto más escuchas, más te es revelado.

Mi maestro de yoga, Ramon Cases, decía que debíamos regar lo que quisiésemos que creciese en nosotros y al tiempo, nos decía una frase que había extraído de la película “Bambi” y que decía: “si no has de agradar es mejor callar”.

Agradar no es decirte o decirle a otro frases que halaguen o converjan siempre con tu deseo o su sentir, si no que, lo que salga por nuestra boca esté impregnado de Amor. Incluso una riña o un desacuerdo puede estarlo.

Así que hablémonos bien y trasladémoslo  a lo que nos rodea para que la cocina pueda fluir en ese zumbido armónico con todo lo que existe.

Ya no es un secreto que,  a las llamadas de alerta del cuerpo hay que hacerles caso, si no, el cuerpo se da cuenta de que lo ninguneamos a nuestro antojo y deja de avisarnos. Por eso, parad y escuchad atentamente y, si vuestro cuerpo os pide una música, acercaos a ella, a ver qué reacción produce en vosotros y cómo colorea vuestro cuadro ese día.

Os dejo con el deseo de que el ruido externo no os obstaculice el escucharos, y  os permita proyectar externamente la melodía musical que todos llevamos dentro y que frecuentemente oímos muy de lejos.

¿Descubrimos ese abanico de posibilidades musicales y el efecto que tienen en nuestro día a día?

Si te aventuras a hacer el experimento y te apetece compartir lo que viviste, estaremos atentos para nutrirnos de tu viaje y de tu aprendizaje.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

Copyright © Tundra de San Martin tundrasblog.com

¿Cómo van esas digestiones?

Estamos en pleno invierno; parece que todo debería pararse y, este año, siento el movimiento bajo mis pies, bajo la corteza húmeda, azotada por el viento y el frío de los árboles.

Este año oigo cantar a los pájaros y el susurro de las copas de los álamos en su vaivén.

Cuantas vueltas damos al torno de la vida y cada vuelta nos brinda la ocasión de entrar un poco más dentro de nuestra cocina, para descubrirnos también un poco más.

El maravilloso regalo que me daba el invierno era la posibilidad de digerir todo aquello que había descubierto en primavera, experimentado en verano y traído a mí de nuevo transformado en otoño y, en invierno, buscaba en mis armarios especies que facilitasen su proceso de digestión, por que, si todo necesita su tiempo, también todas las experiencias es necesario que ocupen su lugar, sin inundar todos nuestros espacios o quedar encerradas en el baúl del olvido.

El tiempo

Para cada cual el proceso de digestión es distinto, como distintos y únicos somos cada uno de nosotros y, así las abuelas delante de la indigestión ofrecían distintos remedios; mientras a unos se les hacía una manzanilla con regaliz o una infusión con cardamomo, a otros se les ofrecía refugio en el hinojo o en la menta, a otros en la melisa o en el jengibre, para otro tipo de indigestiones se procuraba un chocolate bien caliente con canela o un vaso de leche con miel.

Infusión de jengibre

Me pregunto qué especie, hierba o remedio utilizas para digerir.

¿Qué me ofrezco para que no se me indigeste lo que estoy transitando?

¿Se escoger lo que me va a ayudar a que no se me “clave” lo que he vivido? ¿Conozco los recursos que hay en mi cocina para que la experiencia fluya a través de mí?

Entre mujeres he oído, visto, y no negaré que ha habido momentos en los que pertenecido al club de las que intentaban digerir a golpe de onza de chocolate, otr@s echan a correr y se dejan las rodillas a lo Forrest Gump sobre el asfalto, cada cual busca la suya. A dosis homeopáticas quizás puedan ser una solución, pero me pregunto si esas son soluciónes “orgánicas” y a largo plazo.

Especies exoticas

¿Qué nos impide recurrir al nogal y permitir que nos abrace si nos cuesta adaptarnos a todo aquello que se mueve y llega nuevo a nuestro alrededor?

¿O tomar olivo cuando parece que nuestras fuerzas flaquean?

¿Acaso no es buen remedio acudir “al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido” para aliviarse de esas responsabilidades que no toca cargar y ver como se renueva y surge su propia esencia?

¿Os habéis parado a pensar en ello?

Mentiría si os dijese que siempre encuentro la especie; a veces, ni atino a encontrar en qué parte de la cocina debo buscar el remedio que me permita hacer una buena digestión, pero lo que nunca me ha fallado ha sido mirar a mi alrededor.

Si no encuentro la especie, si no sé en qué armario rebuscar por que parece que incluso los armarios y cajones se mueven de lugar, busco el momento SIPI, ¿te acuerdas? … Me paro, cierro los ojos y me siento y si aún así la loca de mi casa me lleva a sentirme en un zoco turco rodeado de vendedores que me vuelven loc@ busco a mi alrededor, a veces la naturaleza me rescata, a veces la música me pesca con su sutil anzuelo, otras veces son los ojos de alguien, sé quien es, puede ser conocido o quizás no y, está en ese momento ahí para mí y, me ofrece un digestivo temporal para que la indigestión no me lleve a la farmacia más cercana…y tomo nota para la próxima, sabiendo que en la siguiente ocasión quizás eso, no me sirva, o quizás sí y dispondré de un recurso más para mí y para compartir, por qué no hay nada más satisfactorio que ser los ojos que encuentra alguien cuando lo necesita, quizás para decir nada y sólo ofrecer un abrazo, un recurso digestivo precioso y preciado en estos tiempos de distancia sanitaria.

Mas este invierno siento el movimiento bajo mis pies. Parece que no se me da tiempo para digestiones lentas y, pienso si en mi cocina algo ha cambiado, si quizás necesitaría algo de pimienta que despierte mi fuego estomacal… quizás sea el momento de introducir algo de guindilla cocinando lo que me pasa desde otro lugar.

Luz en tu infusión

Y a tí, ¿cómo te están yendo las digestiones? ¿Encontraste esas especies que te ayudan a digerir lo que se mueve en tu vida?

Te dejo hasta la próxima ocasión con el deseo de que, si no las has encontrado, al menos te puedas preguntar sobre ellas y quizás, puedas descubrir alguna que te ayude a encontrar el equilibrio cuando lo perdemos.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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