PATOLOGIA

Cuando oyes por primera vez una interpretación algo distinta de lo que habitualmente tenías asociado a una palabra, a veces, se dibuja una sonrisa en tu interior que abre una ventana a una posibilidad quizás más luminosa. Entiendo por significación más luminosa aquella que nos ofrece un significado dentro del cual, quizás podemos encontrar una solución a nuestras búsquedas.

Seré algo más explícita: escucha la palabra “patología” … no sé tú, pero cuando yo oigo “patología” lo primero en lo que pienso es: el estudio de la enfermedad ( y así lo recoge la RAE) con lo que la palabra enfermedad implica , esto es , las connotaciones que en mi caso lleva asociada : malestar, dolor o sufrimiento…

¿Qué color le das a esa definición de: “estudiar la enfermedad”, si es que puedes imaginar un color para ello?

 ¿Imagináis un color luminoso y brillante?… Os confesaré que cuando alguien utiliza la palabra patología, a mí no me inspira vida, no me lleva a colores brillantes, más bien al contrario, los colores se apagan en mi mente y se vuelven mortecinos.

Patología

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No he estudiado griego y tengo que aceptar la traducción que otro me ofrece; y uno camina por la vida con esa definición hasta que llega alguien que nos ofrece una alternativa y entonces, se me abren los ojos como platos y pienso: ¡ uau!…

Patología viene del griego “Pathos y logia”;” pathos” significa padecimiento pero también sentimiento y “logia” significa razonar pero también tiene otro matiz que es argumentar mediante palabras, decir, expresar …¿recordáis nuestro post anterior?

¿Y si patología tuviese que ver con la expresión de una emoción??

¿No se os enciende una bombilla iluminando el túnel oscuro y lúgubre de la enfermedad? ¿No despierta en vuestro interior un: ¡AHAAAAA!

Y si puedes imaginar un color a esa nueva propuesta, ¿qué color le das? A mí se me antoja una ventana abierta, más que una cerrada y con cortinas oscuras…pero por supuesto esa es solo mi percepción, percepción que comparto por si a ti también te puede abrir esa ventana.

Para poder buscar la solución a una patología que estudie la enfermedad necesito a alguien muy especializado…pero para escuchar las emociones que se expresan en mí, lo que necesito es estar en mí y dejar de buscar fuera lo que puedo encontrar dentro, sin desdeñar en absoluto el trabajo que los profesionales de la salud nos brindan y a los que acudimos para que nos acompañen en los momentos de desequilibrio vital.

Delfos

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Y viene a mi mente el aforismo escrito en el templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”

Y ahí estamos, en este sendero de conocernos y descifrar qué nos decimos. La biodescodificación debió tomar esa interpretación como premisa intentando ofrecernos un camino hacia una vida armoniosa desde la consciencia de lo que expresamos.

Con el deseo de que la próxima vez que oigas la palabra “patología” no te asalte la angustia, si no que te preguntes: Qué se está expresando; me despido hasta la próxima ocasión, con más palabras interesantes que nos abran ventanas por las que respirar.

Luz y alegría

Tundra

Tundra

 

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Desde mi balcón_1

He pensado en compartiros algunos descubrimientos o reflexiones que alternaré con los cuentos, como el que ya os hice llegar el mes pasado.

Las reflexiones, las haré desde mi balcón, otra metáfora … aunque en esta ocasión sea un trampolín real. Con el deseo de que nos sean útiles.

Inspiración

Soy especialmente sensible al ruido. Disfruto paseando por la naturaleza sola y a poder ser en aquellas horas en las que sé que no encontraré a nadie. Me deleito escuchando el murmullo de las ramas de los árboles en su vaivén; escuchando a los pájaros que, de vez en cuando, ponen su nota de color a un cuadro sereno, o el crujir de los arbustos que me informan de que no estoy sola.

Me diréis: Tundra, gracias por la descripción, pero, y esto ¿en qué me puede interesar a mí, a parte de conocerte mejor, si es que eso puede ser interesante?

Os quiero compartir algo que descubrí y que me ha sido útil en los últimos tiempos con el único deseo de que, a lo mejor, quizás, también os pueda ser útil a vosotros.

Desde mi balcón, y no vivo a pie de calle, puedo oír un montón de cosas: los coches que pasan con la música a todo volumen en un intento de compartir composiciones que nada tienen que ver conmigo (o no tenían…luego te explicaré por qué), las conversaciones que tiene la gente (si supieran de lo que se entera uno…quizás hablarían más bajito). Lo cierto es, que tengo tendencia a sentir todo eso que escucho como una molestia innecesaria en mi vida diaria.

La primera reacción es contener, es como hacer que no escucho, pero paralelamente, hay una parte de mí que representaría físicamente como una vasija que empieza a llenarse. En ocasiones me distraigo por el camino, como el perro que encuentra otro hueso más interesante y abandona el que tenía en la boca, y esa vasija no llega a llenarse, pero en otras, la vasija llega a colmarse y de repente se convierte en un pequeño incendio que sube desde las entrañas, pasa por el pecho y llega hasta mi cabeza donde algún sicario surge de la oscuridad y saca la recortada con intención de eliminar de la faz de la tierra aquello que me está perturbando. De hecho, cuando eso pasa, y debo reconocer que pasa con más frecuencia de la que me gustaría, mi mente idea las mil y una buscando soluciones drásticas a la situación. Soluciones como:

  • ¿y si les tiro un cubo de agua?
  • Me quejaré al ayuntamiento…
  • Pondré carteles en los balcones con mensajes como: respeta el silencio nocturno.

… En fin, todo eso, como podéis imaginar, no sale de mí con un color suave y ligero, sale más bien con un tono rojo Ferrari que hace que me hierva la sangre y, como me crea mucha desazón interior, la calmo poniéndome el calzado deportivo y saliendo a la naturaleza que, gracias al universo, queda muy cerca de casa. Inicio mi caminar como un cohete en busca de la ingravidez para quedar suspendida en el silencio de nuevo y, el rojo Ferrari pasa a rosa, luego se clarea, la energía va mermando y finalmente me siento en una piedra y pienso ¿qué le pasa a este mundo? Menuda locura de sociedad…y, aquí viene lo que descubrí.

Ferrari rojo

Hubo un día, ese día, en que llegó a mí una idea peregrina. No sé de dónde salió, pero se coló en mi mente igual que se colaba toda aquella información que percibía y le di las gracias y sonreí.

Seguro que no os sorprende si os describo un anochecer en el que decidís poneros a meditar, por que lo habeis incorporado como hábito. Forma parte de las vidas de muchos y a veces, sobre todo al principio, uno se pregunta: ¿sirve para algo? Os lo aseguro, sirve, así que, si lo habéis incorporado a vuestra vida, no lo dejéis por mucho que en ocasiones os cueste poneros, sólo 5 minutos…a veces esos 5 minutos pueden cambiar vuestra vida.

Pues bien, estaba yo en ese contexto, todo muy zen, cuando empecé a oír como hablaban voz en grito, o al menos así lo sentía yo, algunas personas que estaban en una terraza cerca de casa. Eran las diez de la noche. Mi caldero empezaba a calentarse. Oía las conversaciones, palabra por palabra y, parecía que el cincel y el martillo iban golpeándolas en mi interior. Lo primero que surgió era: ¿no los espera nadie en casa?, parece como si fuesen las 12 del medio día en un mercado callejero.

Lo siguiente era culpar a alguien por permitir tener los locales abiertos hasta tan tarde.

Como podéis sentir, y si no os lo digo yo, estaba en la autopista cargando el Ferrari para decirles (eso sí internamente, por que me “educaron muy bien”) de todo menos bonito cuando se coló la idea peregrina: todo ese ruido que oyes fuera es el ruido que hay en tu mente; y el mensaje seguía: si te callas (mentalmente) se callarán ellos también.

Flor

La llegada de este pensamiento lo primero que hizo en mí fue parar la carrera en la que estaba entrando con mi Ferrari rojo, por que ipso facto me dije: ¡venga va! Y después se incorporó el juego…¿Hago la prueba y me “callo”?  Eso procuré, y como si el universo constatara aquella brizna que se había colado en mí, las voces que me estaban molestando se callaron o al menos, yo ya no las oía.

¿Os lo podéis imaginar? El siguiente pensamiento fue: ¡qué casualidad! y volví a escucharlos, en esta ocasión algo más bajito y, decidí seguir jugando, como los niños cuando se pasan el rato junto al interruptor encendiendo y apagando una luz como si fruto de esa repetición fuesen a descubrir por qué mágico mecanismo se ilumina la habitación.

Y funcionó, en cada ocasión.

Creo que al cabo de un rato se fueron, ya no presté más atención. Después de tantos años de leer sobre todas esas cosas llegaba a mi una experiencia muy útil. Sabéis aquello de:” no expliques cómo es una manzana a alguien que nunca la probó, dásela a comer y las palabras sobrarán”, pues así me sentí yo.

Lo cierto es que, desde entonces, no os engañaré, sigo oyendo las conversaciones, sigo oyendo los ruidos, y quizás me queje por ello, pero cada vez que el Ferrari arranca, recuerdo aquella idea peregrina que me visitó diciéndome: ¿Cuál es tu ruido mental?

Y te pregunto:

¿Tu también tienes un flamante Ferrari? ¿Dónde lo tienes aparcado : en tu mente, en tu estómago, en tu hígado? ¿Es gasolina o diésel? ¿Sabes por qué y cuando arranca?

Ahí lo dejo… Me despido hasta la próxima ocasión deseándoos luz y alegría en vuestro camino.

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

 

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