Rodeado de olivos, acariciado por los vientos del sur en una tierra seca ofrecían el aliento al que moria en vida.
Un día, un viento procedente de no se sabe dónde, los rodeo creando la duda en sus oídos. Algunos pasaron por alto esas voces de sirena, mas en otros, su susurro abrió una brecha que los confundió, haciéndolos dudar sobre lo que sostenían: ¿qué verdad era esa? y ¿para quién la sostenían?
Aquel viento desconocido coló en sus mentes un nuevo lenguaje que les ofrecía la posibilidad de descubrir otras cosas para sí, así que algunos de ellos fueron abandonando su honorable propósito, abandonando así también a su homónimo masculino o femenino en aquel templo. Las parejas se desparejaron, y el templo fue perdiendo columnas de sostén.
Finalmente fueron tan pocos los que se quedaron a sustentarlo que el templo se cayó.
Durante mucho tiempo se vivió en el caos pues no había referencia ni orientación, y las gentes andaban de un lugar a otro buscando sin orden ni concierto. Buscaban y construían templos similares que al poco se derruían siendo sustituidos por otros más ostentosos y brillantes que nuevamente acababan desapareciendo.
Dice la leyenda que los dioses, en su compasión, decidieron encender un fuego en el corazón de los hombres.
Dicen también que, a lo largo de los tiempos, esas almas se han ido buscando para reconstruir aquel templo original y que en algún lugar, bien protegido de vientos poco amables lo consiguieron, y lo mantienen a resguardo; no obstante, los que lo buscan lo encuentran y cuentan que ya no son once parejas las que lo sostienen, son muchos más.