Desde mi balcón 2

Saborear o no saborear, esta es la cuestión. Una oportunidad en la nueva normalidad.

Sabemos que la vida nos ofrece múltiples posibilidades y que depende de nosotros el enfoque y el uso que damos a las mismas. A veces, la vida viste esas posibilidades de formas que nunca hubiésemos imaginado y no sabemos qué hacer con ellas.

Desde mi balcón puedo ver como estos días una gran mayoría de gente pasa por el supermercado en busca de viandas con que surtir una mesa distinta a la habitual y que compartirá con los que quiere; eso me ha llevado a pensar en un acontecimiento que hasta ahora era poco frecuente pero que, a día de hoy, forma parte de esta nueva “normalidad”.

En los últimos tiempos muchos han sido los que han perdido el gusto y el olfato con motivo de este virus que nos acecha en cada esquina y me preguntaba:  en qué podía enriquecer nuestra experiencia de vida la pérdida de dos de nuestros sentidos. Os comparto mis reflexiones.

Sabores y olores

El primer pensamiento que me surge, como quizás a la mayoría, es el de que no podemos disfrutar del sabor de un buen guiso o del agradable olor de un perfume impidiéndonos, por tanto, disfrutar de algunos placeres básicos de nuestra vida y que ocupan gran parte de nuestra energía y tiempo.

Preguntadles a los que han estado o están en esa tesitura cuan valioso les pareció poder recuperarlos después de algún tiempo y poder disfrutar de nuevo de los sabores y de que las comidas dejen de saber a nada.

Ese pensamiento me conducía a un ejercicio de humildad, me explico: en esta vida somos usuarios, esto es, estamos de paso y todo aquello que nos rodea se pone a nuestra disposición para enriquecer nuestra experiencia. Los sentidos no son muy distintos de cualquier otra cosa que tenemos a nuestro alcance, pareciera que viene incorporado de serie, y sólo aquellos a quienes se les imposibilitó el disfrute de alguno de ellos, o tienen a alguien cercano con ese tipo de carencia, pueden calibrar lo que su falta significa y que el resto damos por sentado.

Así que, por un lado, una experiencia así nos permitiría caer en la cuenta de una obviedad que pasamos por alto cada día: todo de lo que dispongo hoy, no necesariamente estará mañana, por lo tanto, estaría bien valorarlo y dar gracias por poder disfrutar de ello

GRACIAS

Otra reflexión a la que me lleva este tipo de “accidente” en nuestra vida es a relativizar la experiencia de nuestra percepción y qué interesante me parece eso, veréis: la realidad nos viene informada prioritariamente a través de nuestros sentidos y con la información que ellos nos aportan nosotros le damos significado a nuestro entorno y tomamos decisiones, algunas básicas y muy importantes como por ejemplo si algo que vamos a ingerir está en buenas condiciones o no.

Si te sumerges en una experiencia así, esto es, pierdes el gusto y el olfato, también te puedes dar cuenta de cuan vulnerables somos estando a merced de unos sentidos que pueden estar alterados, cuya percepción puede ser errónea y que nos pueden llevar a un dibujo de la realidad también sesgado o equivocado, así que pienso: ¿seguro que lo que percibo es lo que es?

El mero hecho de planteárselo creo que te abre innumerables puertas desde las que explorar y que nos sacan de esa certeza en la que en muchas ocasiones vivimos buscando una seguridad inexistente.

Pratyahara

No quiero cerrar esta reflexión sin hacer un último apunte, una última mención: Patanjali, un sabio indio conocido en el mundo del yoga por haber descrito los ocho pasos en el camino hacia la visión del alma (el óctuple sendero del yoga), hablaba del Pratyahara como el estadío en el que se busca neutralizar la información proveniente de los sentidos externos para llevar nuestra atención a lo que sucede en nuestro interior.

De forma muy burda, y quizás por casualidad, pensaba: ¿por qué no aprovechar una ocasión así, en la que parte de nuestra energía no se tiene que dirigir a procesar la información que viene de fuera para dirigir nuestra atención hacia nuestro interior? Podría ser un bonito regalo que nos permitiría reanudar nuestra vida más sabios y porque no,  podría ser el inicio de un descubrimiento: la apertura de la puerta del mundo interior…no obstante, esa es una opción que le corresponde a cada cual.

Con el deseo de que alguna de estas reflexiones nos permita salir de la inercia en la que a veces estamos sumidos, os dejo hasta la próxima ocasión.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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4 respuestas a «Desde mi balcón 2»

  1. Hola, guapa, como siempre estoy encantada de escuchar tus relatos.
    De verdad que es muy bonito e interesante intentar ver nuestro interior para descubrir cosas muy normales, pero al mismo tiempo nuevas para toda la persona que la encuentra.
    Gracias por escucharte y te mando un besazo muy fuerte.
    Tu tía Marisol. 😘😘😘

  2. Tundra, que placer levantarse y escuchar tus palabras tan acertadas, por medio de una voz tan bonita…!
    Gracias

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