La vida, en su esencia más pura, es una sucesión de elecciones. Desde el instante en que despertamos cada mañana, nos enfrentamos a pequeñas y grandes decisiones: qué camino tomar, a quién dedicar nuestro tiempo, cómo responder ante lo inesperado. Cada elección es como lanzar una moneda al aire; tiene dos caras, y con cada una de ellas viviremos una historia diferente.
Elegir implica inevitablemente renunciar. Al decidirnos por una opción, dejamos atrás otras posibilidades, caminos que nunca recorreremos. Esta renuncia puede generar en nosotros cierta nostalgia o incluso miedo, para algunos quizás angustia, otros se moverán en la indecisión que los mantiene largo tiempo en el cruce de caminos: ¿y si la otra cara de la moneda fuese mejor?


Aceptar esta realidad es parte de la responsabilidad que conlleva vivir conscientemente. No podemos caminar dos senderos al mismo tiempo, pero sí podemos elegir cómo transitamos el que hemos escogido.
La responsabilidad no solo radica en tomar decisiones, sino en hacernos cargo de sus consecuencias. Es fácil culpar a las circunstancias o a los demás cuando las cosas no salen como esperábamos, lo que se llama coloquialmente “echar pelotas fuera”…no obstante, el adulto que sería recomendable que guiase nuestra vida reconoce su participación activa en el rumbo de su vida. Cada elección, por pequeña que sea, contribuye a construir nuestro destino. Y, aunque no siempre podemos controlar los resultados, sí podemos decidir nuestra actitud ante ellos.
Aquí es donde entra en juego la disposición y la flexibilidad. La Vida en contadas ocasiones sigue el guion que habíamos imaginado. A veces, la moneda cae de canto, y lo inesperado irrumpe en nuestro camino. En lugar de resistirnos o lamentarnos por lo que pudo ser, podemos abrirnos a la posibilidad de dejarnos sorprender. La flexibilidad nos permite adaptarnos, aprender a partir de lo que la vida nos ofrece, incluso cuando no coincide con nuestros planes iniciales.
Dejarse sorprender no significa vivir sin rumbo o sin responsabilidad, sino estar atentos y receptivos a las oportunidades que surgen en el trayecto. A veces, lo que parecía una mala elección se convierte en la puerta a nuevas experiencias.
Lo importante no es tanto la cara de la moneda que elijamos, sino cómo la sostenemos en nuestras manos. Nuestra disposición a aceptar, adaptarnos y aprender de cada circunstancia es lo que realmente define nuestra experiencia de vida. La vida es incierta, sí, pero también generosa con quienes se atreven a vivirla con responsabilidad y apertura.
¿Y si aceptamos las invitaciones que nos ofrece la vida y vivimos su aventura con la curiosidad de un niño y con la firmeza y la responsabilidad del adulto que somos?
Cada elección será un escenario nuevo en el que jugar este juego de la vida. Recordad que el juego le da la mano a la alegría así que, sea lo que sea que elijáis, que ella esté presente y si estás en el cruce de caminos, no te tortures más buscando la mejor opción…da un paso y no mires atrás…Déjate guiar.
Luz y alegría
Tundra

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