STARGATE

Se llamaba Pablo y no tenía más que 7 años. Acostumbraba a merendar un sabroso bocadillo de chorizo, o mortadela, o jamón dulce en la cocina, sobre el hule estampado que protegía una mesa que había acompañado muchas conversaciones.

Pablo era un gran oyente. En su casa, lugar por el que pasaban unos y otros con mucha frecuencia por que su madre tenía siempre las puertas abiertas a todo aquel que necesitaba echar un ratito de cháchara, se cocían muchas cosas entre pucheros y mandiles, y él las presenciaba detrás de unas gafas que le permitían ver con más claridad lo que acontecía.

A diferencia de mamá, que era un torbellino inquieto, Pablo acostumbraba a llevar algún libro entre las manos. Sus preferencias eran los libros de aventuras y los tebeos en los que disfrutaba de un mundo de hazañas y peripecias que distaban mucho de su vida cotidiana.

-Niño, sal a jugar a la calle- le decía su madre después de que se hubiese comido el consabido bocadillo y su vaso de leche.

A Pablo, que por su constitución lo del movimiento le costaba un poco, no le nacía motivación suficiente para moverse del sofá o del sillón que había sido del abuelo, y que hacía ya unos años había quedado vacío. Así que mientras mamá centrifugaba por la casa y hablaba cual radio portátil ora con la vecina, ora con alguna visita inesperada, él se refugiaba en sus lecturas creando un paréntesis perfecto después de la jornada escolar.

Una de esas tardes, vino Luís, su vecino, a buscarlo. Les faltaba un jugador para el partido de futbol.

-Anda, vete a jugar con Luisito, hijo- le dijo su madre acompañando sus palabras con un movimiento que lo llevaba hacia la puerta de la casa.

Andromeda

A regañadientes, Pablo acompañó a Luis a un partido que poco le importaba. Jugó, sudó de lo lindo y se enfermó, postrándolo un enfriamiento en cama.

Silencioso como era, estar enfermo y en su habitación suponía estar en la gloria bendita. Tendría tiempo para leer. Su madre sólo lo interrumpiría para llevarle un zumo de naranja, o el antitérmico a la hora indicada, o para preguntarle por lo que le apetecía para comer. El resto de su tiempo era suyo.

En los primeros días en los que la fiebre lo tenía abatido y sintiéndose hervir por dentro pensó en el agua fría, y puso las manos sobre su vientre exactamente sobre el ombligo. Sorprendentemente, sus manos estaban heladas. El frío se coló en su ombligo y eso lo relajó; lo relajó tanto, que cayó en un estado de duerme vela en el que las sensaciones se hicieron tan reales que después no supo si lo que había pasado era cierto o lo había soñado. Mientras el frío relajaba su cuerpo, se sintió colarse a través de su ombligo como el que cae por un tobogán. Cogía velocidad como pasajero en un agujero de gusano de aquellos que salían en los comics y que, después de lo que creyó un suspiro, lo dejó suspendido en medio del universo. Estaba oscuro y al tiempo podía ver las estrellas. Se convirtió en un observador galáctico por unos segundos…unos segundos que fueron interrumpidos por una voz familiar que lo trajo de vuelta. Era su madre.

Estaba aturdido por la visión y la voz de su madre, que perturbaba la digestión de tan espectacular viaje.

Desde aquel día, sus visitas a la biblioteca se incrementaron, buscando imágenes sobre lo que había visto. Descubrió la constelación de Andrómeda, a Pegaso y a Orión en todos aquellos ires y venires buscando información…y empezó a mirar al cielo preguntándose que había allí fuera.

Con sólo 7 años, había hecho un descubrimiento monumental que le permitía desvelar otros mundos…Aquella espiral que se dibujaba en medio de su cuerpo tenía un para qué, igual que los pies le servían para caminar, su ombligo no era sólo un orificio donde se acumulaba la pelusilla del jersey o que limpiar cuando se duchaba, si no que se había convertido en una entrada a algo fascinante.

Agujero de gusano

Lo había conectado con su madre antes de nacer, según le habían enseñado en el colegio, y ahora, por casualidad, le había abierto una puerta al universo.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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2 respuestas a «STARGATE»

  1. Muy bonito, te aplaudo👏👏👏 porque me ha parecido estupendo, y también porque me ha dejado en suspense pensando en lo que vendrá después… Un abrazo fuerte para tí y esperando el próximo. 😘😘😘Tu tía Marisol.

  2. Me ha encantado la lectura… genial como siempre Tundra, ayudándonos a meditar y repensar para crecer…. Gracias, gracias, gracias.

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