Ideas en un tintero

La primavera tiene la habilidad de remover aquello a lo que la inmovilidad del invierno le ha dado una apariencia de paréntesis, de interrupción.

En invierno, quizás por el frío, quizás porque merma la luz, parece que disponemos de mucho tiempo para leer, elucubrar, construir futuribles y dejarlos en suspensión para cuando parece que hay más energía disponible.

Y llega la primavera, y nuestros ojos se reorientan hacia fuera.

¿Dónde queda todo aquello que nos inspiró y quizás incluso entusiasmó en las largas tardes de invierno, en las eternas sobremesas acompañados de un té, un café o un pastel de chocolate?

¿Dónde queda la energía que contenía ese plan que nos sobresaltó una tarde y que nos hizo volar con la mente?

En mi necesidad de buscar sentido a lo que nos pasa diariamente, me he creado un espacio donde van a parar todas esas ideas.

A ese espacio lo llamo mi tintero, quizás porque siempre me gustó escribir y me parecía mágico trasladar lo no dicho a palabras.

Las ideas, donde quiera que estén, tienen mayor o menor ventura en función del peso que empiezan a tomar; algunas, las más afortunadas, las escribimos y creamos una lista de: “pendientes de hacer” con lo que ya les hemos dado algo de presencia en nuestra vida, un peso; el resto, siguen nadando en el mar de Nun a la espera de que alguien las precipite.

Mi tintero suele contener un líquido fluido en el que las ideas se mueven esperando a que yo, en un ejercicio de elección, las saque de su encierro.

He observado que algunas tienen una fuerza y una energía intrínseca muy potente y es ella la que me llama insistentemente para que actúe, dejando así de formar parte de ese océano primordial para poder manifestarse en esta realidad.

Seguramente a vosotros también os ha pasado y después de algún tiempo, alguien os menciona una idea y pensáis: eso también se me ocurrió a mí…la diferencia fue que la energía de aquella idea en cada uno prende de forma distinta .Quiero pensar que, si abonamos y aramos el terreno sin prisa, pero sin pausa, poco a poco habrá simientes que brotaran.

Para algunos es francamente sencillo: piensan, sienten y hacen. Otros necesitan más tiempo, otro ritmo, el suyo; y qué magnífico poder reconocer la velocidad de cada uno y poderla imprimir sin culpa ni afán de comparación a lo que uno hace…

Y por eso os quiero preguntar, ahora que la naturaleza explota, ahora que desalojamos nuestros armarios de ropas pesadas, de cosas que ya no nos son útiles, ¿Dónde quedaron esas ideas? ¿Se diluirán por el camino? ¿Plantaremos esas flores en las jardineras de casa? ¿Escribiremos a aquel amigo con el que hace tiempo queríamos comunicarnos? ¿Nos robará algunas noches una idea que encarne en nosotros?

Es tiempo de dar puntadas en nuestra labor, tiempo de pintar con energía en nuestros cuadros, tiempo de ver en nosotros lo que deseamos ver en el mundo. El tiempo del silencio y de las ideas pasó, aunque llegará de nuevo como lo hace cíclicamente; más, si respiráis en el aire el perfume de la Vida nos dirá que ahora es tiempo de actuar…¿Nos ponemos manos a la obra?

Escúchate, toma alguna de aquellas ideas que se quedaron en el tintero y dales forma. Disfruta del resultado. En algunas lo verás rápido, respecto a otras…depende de aquello en lo que te embarques, saborea el camino, porque la idea no surgió para que tu vieses su fruto si no para que gozases en su proceso de creación.

Os deseo una primavera pletórica y entusiasta con aquello que abordéis y recordad que la Vida nos ofrece un montón de posibilidades para que disfrutemos de ellas .

Luz y alegría

Tundra

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Miradas

Nos encontramos de nuevo para compartir el relato de una de nuestras lectoras. Gemma nos envía un interesante relato; cuando lo leí, me vino a la mente la difícil comunicación que establecemos los seres humanos entre nosotros. Una comunicación llena de expectativas, de deseos que, a veces, trasladamos a los otros para poder ser felices…y, cuan hermoso y al tiempo cuan difícil es poder aceptar a cada quien en el proceso evolutivo que recorre.

Sólo un ejercicio consciente de atención y aceptación nos permitirá relacionarnos con el otro de una manera sana y enriquecedora para ambos, evitando trampas que tarde o temprano se cobran su pago.

Quizás alguna o alguno se haya sentido en la situación y la posición que describe nuestra lectora. Cada uno puede elegir cómo resolver la frustración de no verse correspondido en lo que necesita…ella eligió amarle de la única manera que él podía entender…adaptó su lenguaje.

“-“¡Mírame! Pero esta vez hazlo con el alma”.- Le dice ella juguetona, cogiéndole de las manos y haciendo un esfuerzo por atraer su mirada hacia sus verdes y vívidos ojos.

Él, atónito por sus palabras e incapaz de mirarla cómo ella demanda, flexiona los hombros y encurva la espalda, escondiéndose tras el muro que había construido para protegerse; quién sabe dónde, quién sabe cuándo, quién sabe por qué…

Ella, furiosa e indignada por sentirse solamente observada por unos ojos rebosantes de deseo por poseer su cuerpo, trata de calmarse inspirando profundamente, hasta caer en el éxtasis que el oxígeno del aire puro le proporciona por un breve instante. Suficiente dosis de paz interior como para abordarle de nuevo en su intento, hasta ahora fallido, de que la viera como Ser Vibrante, no como mujer objeto. Fija sus ojos a los suyos, conectando de nuevo con la esperanza y acariciando con destreza su espesa barba le repite:

-“¡Mírame! Dime ¿qué ves?”.-

Él, inexperto en el olvidado arte del amor, busca activamente en su mente (pero sin éxito) la manera de complacerla. Sabe que debería indagar en su corazón, pero le aterra acceder a ese lugar acorazado y remoto que un día le proporcionó tanta dicha y tanto sufrimiento… Y aún queriendo amarla de la única manera que ahora puede, con el cuerpo del deseo, se percibe atrapado y desbordado, sin saber gestionar la presión generada por su represión emocional en forma de sólido muro, el que le permite mantener la distancia necesaria para no implicarse, pero también el que le impide amarla como sabe que merece.

Ella, percibiendo que él está desmoronándose, sabe que solo tiene dos caminos: seguir insistiendo en su objetivo (el reclamo de un igual ante ella) con lo que conseguiría que el animal herido huya despavorido, dando tumbos de un lado a otro, sin rumbo fijo; o comprender sus limitaciones al gran coste de sentirse madre, pero no pareja.

Así que inhala de nuevo con profundidad, nutriéndose de la fuerza y la frescura del aliento divino y consciente de que el Amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea, le mira dulcemente desabrochándose los botones de la camisa, contorneando sus caderas al ritmo de “Sad eyes” y dejando al descubierto todo su SER al desnudo…

Aun sabiendo que él tan sólo puede ver una nimia parte de todo lo que ella ES, le coge sus manos temblorosas y acercándolas a sus pechos, esta vez le dice con voz seductora:

-“¡Mírame!”-

Aunque en realidad ella piensa:

-“¡Á-ma-me!”…

NOTA: “Sad Eyes” es una preciosa canción de Bruce Sprinsteen que narra el empeño de un hombre por conseguir hacer ver a una mujer que la ama, que él es el hombre que le conviene y que jamás se rendirá porque está convencido de ello.

Hay una frase que pertenece al mundo jurídico pero que se puede extrapolar y que me gustaría traer a colación  que dice: “el que puede lo más, puede lo menos”; o en el mundo de la producción: “hay que ir a la velocidad del eslabón más lento de la cadena productiva”.

No quisiera que cayésemos en la trampa de poner en una posición de superioridad a ese que sabe más, ni al que es más rápido…a mi juicio, tiene que ver con la tolerancia del ritmo y el proceso del otro…si sabes que alguien está en primaria, no le explicas integrales, por que no puede entenderte, lo orgánico seria colaborar en que la comunicación fluyese con ese que en el fondo lleva unas gafas diversas a las nuestras para que no hubiese conflictos, ¿qué sentido tendría?

No os negaré que eso es arduo y difícil, nuestros egos con toda su abanico de recursos hacen acto de presencia y nos dificultan poder sentir y ser compasivo en cada situación.

Os dejo hasta la próxima ocasión, agradeciendo a Gemma su generosa participación y la reflexión que nos deja…¿Cómo adaptaré mi lenguaje para que la comunicación sea amorosa conmigo y con los otros?

Luz y alegría

Tundra

Una vida extraordinaria

Sentía el hormigueo como subía por su pierna izquierda; estaba despierto otra vez.

Hay quienes al despertar maldicen el despertador por cerrar ese paréntesis de suspensión en la nada que nos conduce a iniciar una nueva jornada de acción. No era su caso.

Hubo un tiempo en que quedarse en la cama remoloneando o intentando robar unas horas de sueño más a la jornada diaria era un caramelo goloso. No lo era desde que tomó una decisión. Una decisión inicialmente inconsciente que poco a poco fue tomando cuerpo y personalidad propia para iniciar una vida extraordinaria

¿Qué era acaso iniciar el camino de una vida extraordinaria? ¿Quizás conseguir algún premio renombrado? ¿Acometer alguna hazaña que luego pudiese llenar la columna de un periódico?

No buscaba tanta publicidad ni eco mediático y, su alma anhelaba ver más amabilidad en el mundo. Quizá ese sería su propósito, ser la amabilidad que quería ver en el mundo. ¡Menudo reto!…lo sentía como saborear una jugosa manzana.

Como todos los retos, uno empieza consigo mismo y se preguntó cuan amable era consigo al aterrizar en este mundo cada día, algo simple y sencillo.

Paraos a pensar en qué tipo de sonido utilizamos para despertarnos…si es que todavía utilizamos despertador…¿es un sonido que nos acompaña delicadamente? O por el contrario ¿es una llamada de corneta que se repite en diversos lugares de la casa estratégicamente colocados para garantizar que finalmente salimos de los brazos de Morpheo?

Se preguntó, cuan amable era con su cuerpo al despertar, cuan amable era al alimentarlo y procurarle aquello que le hacía bien, cuan amable era dedicándole un tiempo a escucharlo, a sentirlo, para darle respuesta.

Se dio cuenta de que escuchaba poco y era poco cortés consigo mismo…¿Cómo iba a ser amable con los demás si no era capaz de serlo consigo mismo?.

Se desalentó.

¿Cómo iniciar el cambio?

La naturaleza le inspiraba las respuestas y se las presentaba serenamente como aquella madre que espera que su hijo aprenda, poco a poco.

Cambió algunas mecánicas habituales, como la del despertador de feria que le obligaba a saltar de la cama; se empezó a decir frases afectuosas y alentadoras que pegó en el cristal del baño junto a un montón de caras que le sonreían y le decían: ¡buenos días!, ¡interesante mañana! Había también una cara agotada que le sugería: incluso si no has descansado ¿qué te puedes ofrecer y qué acto de amabilidad puedes llevar al mundo?

En el centro del espejo, un hueco; un hueco para verse a sí mismo, ver sus ojos y por supuesto, poderse afeitar.

Tenía cierta dificultad para comunicarse con la gente, así que se soltó con los animales y los saludaba o jugaba con ellos cuando se los encontraba, su lenguaje era más simple.

Se planteó por aquel entonces, si lo que se había dicho de la Torre de Babel, no era precisamente que la creación del lenguaje era lo que daba pie a tanta confusión y malos entendidos, tanta ambigüedad y medias verdades.

Tocaba su armónica en el parque cercano a casa, había decidido ser amable también con aquellos árboles centenarios que la municipalidad había tenido a bien mantener en el centro de la ciudad para proveerlos de un pulmón entre tanto asfalto… y a ellos ¿quien les dedicaba un pensamiento amable?

Imagino que desde entonces su vida ha dado un cambio y sobre todo debe haber coloreado el mundo con esa amabilidad de deseaba ver en él.

Seguramente no sale en las noticias, ni le dan premios con banda y remuneración económica…¿Acaso lo necesita? Quiero pensar que no, y que le fue suficiente soñar que algo era posible, independientemente del parecer de todo y todos aquellos que le rodeaban, creerlo y amarlo profundamente y ahora vive una vida extraordinaria.

¿Nos atrevemos a soñar la nuestra, a creer en ella y amarla siendo coherentes con nuestro sentir?

Este mes inicia la primavera…un nuevo comienzo, aunque todo empezó en la quietud del invierno. ¿Nos atreveremos a soñarnos?

Mientras siento cómo me rodea una atmósfera saturada con el olor de la resina tibia de los pinos en esta mañana de invierno, os deseo una maravillosa vida extraordinaria que os alimente el corazón.

Luz y alegría

Tundra

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…y luna llena

Hay afectos que dejan huella en el alma por que la forma en la que se transmiten tiene más que ver con el sentir que con el decir. Todos aquellos que han compartido o comparten sus vidas con seres de otros reinos, ya sean animales, plantas e incluso minerales (aunque pueda parecer mentira), con el tiempo sienten en sí una manera diversa de leer el ambiente. Relacionándote con ellos tienes acceso a   desarrollar una sutilidad que nos enriquece  y nos abre a la simplicidad y a la generosidad.

Os dejo con el relato que Elia nos comparte; el sentir de una partida… quizás tu hayas vivido también alguna y recuerdes el poso que dejó en ti aquella relación.

Llaman a la puerta, te miro, –no, todavía no, cariño– te cojo por debajo de tus patitas delanteras, te saco de mi falda y te dejo en el comedor suavemente encima de nuestra mantita de sofá, que huele a ti, que huele a nosotros.

Voy pasillo abajo:

– ¿Sí?

–Soy Ángel– Abro las dos puertas del portal por el telefonillo. Sube el ascensor.

–Gracias por venir. 

–Mujer, no faltaría más, sé qué es esto.

–Pasa, está en el comedor. Míralo, qué delgadito está.

–Moix, con lo que tú has sido. ¿A qué hora viene?

–Sobre las cuatro; sólo falta media hora…– Noto como al decirlo se me retuerce la caja torácica con un movimiento fugaz hacia adelante. Me yergo enseguida en reacción, a golpe de consciencia del momento.

 –Ven, vamos a la terraza con este solecito; qué calor más bueno. – Cojo a Moix y nos sentamos en el suelo.

–Ángel, hazme fotos con él, por favor. 

– Sí, claro.

Mi amado… No quiero perder ni un solo segundo llorando; sonrío y ya sólo existes tú. Los dos en el suelo, te miro, me correspondes, me abrazas por el cuello, tus felinos abrazos envuelven mi alma y noto cómo se apoyan en mi pecho para siempre; te hablo. Viene Denís, nos aborda con su cola y lame la tuya, se restriega por mi pierna, él también forma parte; alargo la mano izquierda y lo acaricio mientras te sostengo en mi regazo. Denís se va, nos deja a solas, creo que lo sabe.

El sol me acaricia la piel y calienta mis ánimos en este helado impulso hacia lo inevitable. Nos miramos unos instantes a los ojos y noto el clic de la inmortalidad en formato digital.

Me levanto, entramos en el comedor de nuevo, te dejo pasear, te miramos, te observo ir arriba y abajo, vas a beber, ¿ahora? ¿No será malo?

Pasan segundos, minutos. Suena el timbre de la puerta, ahora sí. Voy de nuevo hacia el recibidor. Abro las dos puertas por el telefonillo.

–Es Paloma, ya está aquí. Denís, ¡ven!– Encierro a Denís en mi dormitorio, no quiero que lo vea.

Cojo aire, abro la puerta de casa, entra la veterinaria. Entra el final.

Despejo la mesa del comedor, la luz solar nos acaricia atravesando el marco de la cristalera. Pregunto asépticamente cómo será el proceso; controlo, lo necesito, no quiero perder el norte: Moix no se lo merece. Llevo un tiempo preparándome para este momento, incluso en sueños; así que respiro hondo y sigo con las preguntas. Recibo las respuestas claras que me hacen decidir dónde voy a acompañarle y cómo.

Me siento en la silla más soleada, la que recibe la brisa otoñal que nos envuelve dulcemente. Te sostengo en mis brazos, tu cabecita en mi pecho izquierdo, tantas veces allá reposada, un gesto habitual y conocido; estás tranquilo. Noto a Ángel de pie a ese lado; su calidez me acompaña. Noto la dignidad de tu doctora en cada movimiento preparatorio.

Te hablo, te susurro dulcemente:

– “Moix, tu saps que t’estimo, tot anirá bé, ets el meu amor, t’estimo molt, Moix”. (Moix, tu sabes que te quiero, todo irá bien, eres mi amor, te quiero mucho, Moix) – Lo repito de las mil maneras que tú bien conoces. Mientras me miras, me hueles y no te mueves; sé que lo sabes, y te dejas. Primer pinchazo en el muslo izquierdo, una dosis de felicidad artificial. Miro tu carita, se te dilatan las pupilas y el verde del iris se te encoje; abres la boquita y me sacas la lengua repetidamente. Pregunto si es normal y qué significa.

–Tranquila, Elia, esto es como la morfina: ahora está en éxtasis, disfrutando. No notará nada más.

No dejo de acariciarte entre mis brazos, te retengo. Te buscan la vía para la inyección letal. Observo varios movimientos de líquido y dejas de moverte. Una nube de obligación me nubla el corazón; sé que es lo correcto, pero el dolor empieza a aparecer. Consigo seguir serena. Dejas de enseñarme la lengua. Dejas de mover el corazón, ¿dejas de notarme? La flacidez de tu cuerpo se abandona en mi abrazo, ya no estás. Paloma te coge, encima de la mesa te observa médicamente.

–Ya está.

MAS ALLÁ DE LA MUERTE

–¿Ya?–Me levanto mecánicamente sin dejar de mirar tu cuerpecito gris y blanco, inerte y desparramado por la madera de caoba de la mesa.

Ángel me abraza; empiezo a llorar. Un pañuelo, dos, tres, Ángel va en búsqueda de más Kleenex. Respiro con dificultad. El proceso sigue, ahora preparamos el cadáver. Esta noche vendrán a por él los encargados de la empresa enviada por el ayuntamiento.

Lo envuelvo con su toallita azul, luego el empapador de su trasportín. Voy en búsqueda de una bolsa de plástico, hemos de bajarlo al trastero, no quiero que Denís conviva ni un segundo con el cadáver, que los gatos lo huelen todo. El drama no hace falta que sea más grande de lo que ya será con su ausencia.

La mortaja está lista. Ángel lo sostiene. Denís sigue encerrado. Paloma recoge los instrumentos. Estoy desorientada. Enfilo por el pasillo, abro la puerta de la calle. Oigo sollozos. Me giro. Borbotones de lágrimas salen sin freno. Ya somos dos mujeres plañendo a Moix. Ángel lo sostiene con rigidez. Tres + 1 en el ascensor, bajamos.

Abro el trastero. Dejo el paquete mortuorio encima de la estufa. Cierro el trastero mecánicamente.

–Un buen día de sol, sí… – Ángel me abraza, sigo llorando. Me despido con el corazón agradecido.

Subo sola a casa, abro la puerta de mi habitación y sale Denís. Mi amado y fiel gatito. Lo abrazo con ternura. Llega la noche, llega la oscuridad, pasillo arriba y abajo de convulsiones y lamentos. “Reconec la meva condició d’esmaperduda i no ho puc controlar…” (Reconozco mi condición desangelada y no la puedo controlar…”)

Un duermevela me acompaña entre sábanas, esta vez sin presión felina. Me levanto a las seis, una luz de luna llena inunda la terraza, se aposenta en la silla y me mira con calor. 

–“Ets tu, Moix? ¿Ja has arribat? Gràcies, gràcies, gràcies per tot el teu amor i per aquesta escalfor d’estels eterns”. –(¿Eres tú, Moix? ¿Ya has llegado? Gracias, gracias, gracias por todo tu amor y por este calor de estrellas eternas).

Este trimestre es época de partidas…parece que el invierno invita, por un motivo u otro a los que ya no tienen que seguir por aquí, a tomar el camino de vuelta a casa.

Que la luz, que en estos meses gana minutos a la oscuridad, los acompañe en su camino de retorno mientras nosotros le sacamos jugo a lo que nos rodea sabiendo que formaron parte de nuestra historia.

Luz y alegría

Tundra

AIMIA

Nació aparentemente del vacío con un sencillo cuento y debía contener en su interior suficiente fuerza como para arraigar e iniciar esta travesía que ya dura en el silencio unos años.

Las semillas, en apariencia algo insignificantes, contienen todas las posibilidades y, os seré sincera, mientras escribo esto, no sé quien la regó, quien la abonó o quien habló con ella para que a día de hoy esté entre nosotros con una vocación de Amor al Ser que somos.

Nació aparentemente del vacío con un sencillo cuento y me acompañó en parte de mi proceso personal, como el que tiene un mentor que de vez en cuando le susurra al oído una pregunta que remueve los cimientos de nuestra estructura para que simplemente la cambiemos.

Nació aparentemente del vacío con un sencillo cuento y aunque sea una niña tiene mucha sabiduría en su interior, como todos y cada uno de nosotros, solo que ella irrumpió en mi vida con alegría, con determinación, con firmeza, un saco de paciencia y por supuesto, con una sonrisa. Os presento a Aimia.

Aimia es una encantadora niña, con un alma antigua y con una gran sensibilidad que decidió nacer para ponerse al servicio de los demás y construir desde la armonía y el equilibrio, la generosidad y la calidez, para que todos y cada uno de nosotros podamos mostrar aquello que somos y nuestro mundo camine hacia otro horizonte.

Aimia irrumpió con tanta energía que decidí darle su lugar en el mundo, no sólo escribiendo su cuento, si no constituyendo una fundación que lleva su nombre y cuya vocación no es otra que  aflore el SER que realmente somos.

Nace tímidamente como los bebés que después del esfuerzo del parto empiezan a tomar contacto con este mundo, sus olores, sus sabores, sus afectos, su necesidad de protección y que en su proceso de aterrizaje a esta realidad nos muestran tantas verdades.

Me alegra haberla podido ayudar llegar hasta aquí. Me alegra también pensar y sentir a todos aquellos que de una manera u otra me han ayudado a que ella pueda manifestarse, por que uno no puede traer al mundo nada si no es capaz de sostenerse y saber de sí mismo, y eso, toma su tiempo y de la ayuda de tantas manos amigas en el camino.

Versionando el título de una película, …yo puse la música de AIMIA en palabras y Esther de Sola  (nuestra ilustradora) le puso cara y color.

Así que, si veis este logo,  detrás, está Aimía.

Si veis estos ojos, detrás están también su alma y su vocación, que se profesa desde una profunda apertura y limpieza de corazón. Esa es AIMIA.

Desde mi posición de compañera de camino, os iré informando de su evolución y crecimiento.

Luz y alegría

Tundra

 

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ROMA

Cuando leí el escrito que nos envió María Teresa, pensé en que todos tenemos un lugar en el cual se reconforta nuestra alma y al que volvemos para recomponernos cuando nos sentimos frágiles, faltos de energía o simplemente necesitamos un paréntesis. Para algunos será un lugar de vacaciones, para otros aquella cafetería donde se sintieron como en casa, para otros quizás la manta que los arropa cuando sienten frío…y hay tantos tipos de frío…

Es hermoso tener ese lugar que forma parte de nuestro recuerdo y que nos hace sentir seguros, no obstante, os quiero compartir algo y la reflexión que me hice algunos años después por si os puede ser útil.

Hubo un lugar en el que fui muy feliz y al que volvía mentalmente de forma sistemática durante mucho tiempo después, diciendo que había dejado allí parte de mi corazón.

Volví físicamente a ese lugar 10 años después. Aquel lugar, ya no era aquel lugar, había cambiado y yo seguía atrapada a la emoción que me vinculó a él y me pregunté: para qué seguía volviendo allí en mi mente, si aquel lugar era el de hacía 10 años, donde vivió la Tundra de hacía 10 años y habían sucedido cosas hermosas hacía 10 años. Esas “visitas” estaban obstaculizando vivir en el momento en el que estaba y donde estaba perdiéndome lo que sí estaba sucediendo.

Os confesaré que cuando me hago esas preguntas, no puedo obviar respondérmelas y, como no me escucha nadie, cosa que podría llevarme a querer dar una imagen impecable, tengo que ser sincera conmigo misma… y me encuentro con perlas preciosas en mi vida. A veces las siento como bofetones de realidad, pero acaban siendo momentos cruciales en los que no me queda otra que elegir si seguir en lo que ya no es o vivir lo que sí es. Lo que decida será lícito, si esa es mi elección, no obstante…¿me hará feliz cualquiera de ellas?

“Ciudad eterna, mi amor oculto, mi pasión, ROMA.
Creo que todo empezó en ese viaje, ese viaje en familia que no fue para nada tranquilo y placentero, pero en la mente de una niña de 8 años curiosa y sensible, causó estragos.
Fue un viaje en caravana, con unos amigos de mis padres, con hijos adolescentes que me ignoraban, sin malicia alguna pero,¡era lógico!, nada teníamos en común, yo era un incordio.
Vi cosas bonitas, “grandes”, interesantes, imponentes, “antiguas”. Para mí que fueran antiguas era súper importante.
Poder tocar el busto de un César del que no me importaba su nombre, pero sí su historia, poder reseguir con mis manos ignorantes su cara, me hacia estremecer, vibrar.
Lo recuerdo con tanta nitidez, que creo haber vivido un sueño.
¿Cómo podía explicar a mis padres que sentía placer al estar rodeada de tanta historia?.
Que me sentía diferente, privilegiada, afortunada.
Pensar que estaba pisando el suelo, respirando el aire, viendo un atardecer desde una de las siete colinas de Roma, tampoco recuerdo cual, rodeada de jóvenes parejas besándose, ajenas a las miradas indiscretas, me hizo descubrir entre otras cosas, de forma prematura, el placer, el goce, en esa ciudad.
Imaginar que una niña “de hacía 1.000 años”, como yo decía, pudo tener mis mismas sensaciones, mis mismos pensamientos, ver lo que yo estaba viendo, era suficiente para hacerme viajar, fantasear, me sentía feliz y me evadía.
Me evadía del caos, sufrimos un robo, un accidente, sufrimos a mi padre y su carácter.
Pero qué importaba eso, ¡estaba en el país más bonito del mundo! Vimos ciudades fantásticas, Florencia, Venecia, Pisa; visitamos pequeños pueblos tranquilos, vivimos la amabilidad de su gente.
Pero Roma fue única.
La Fontana de Trevi me impactó, tan grande, tan sucia, tan bonita, una pequeña joya escondida entre callejuelas ruidosas y caóticas. Era una fuente mágica; le tirabas una moneda y pedías un deseo, aún recuerdo con exactitud lo que pedí: “tener gemelos y casarme con mi primo”, mi tierno amor de infancia.
Por fortuna, mi moneda nunca llegó a permanecer demasiado tiempo en el agua. Había dos chicos en ropa interior pescando ávidamente las monedas, incluida la mía, que lancé con tanto ímpetu, pasión y fé.

Eso sí me impacto, pensé que esos chicos con sus calzoncillos de color indeterminado, que en algún momento habían sido blancos, su descaro, su simpatía, su delgadez, no se parecían en nada a las figuras masculinas que tenían a sus espaldas, tan bellas, tan rígidas, tan frías.

Sentí cierta lástima por ellos y en ese momento dejé de creer en la magia de la Fontana, pero no en la magia de la ciudad.
Una magia que sigue viva en mi.
En Roma me siento en casa.”

Con el deseo de que todos tengáis una Roma en vuestro interior en la que os podáis sentir como en casa, me despido hasta la próxima ocasión, no sin agradecer antes a María Teresa que haya compartido una experiencia que, sin duda, marcó un antes y un después en su vida y ocupa un lugar especial en su sentir.

Nos volveremos a encontrar el año próximo con la celebración de un nacimiento …pero eso será el próximo año.

Desde aquí utilizo las palabras con las que mi abuelo hacía el brindis en estas fechas: “Siempre como ahora y mejor, lo que Dios quiera”.

Feliz Navidad y una amorosa entrada en el 2023.

Luz y alegría

Tundra

Únicos

Eres único.

¿Cuántas veces nos han dicho esa frase? ¿Cuántas veces la hemos leído? Y ¿cuánto sentido tiene para nosotros en el día a día?

Desde que somos pequeños de una manera u otra, se nos informa de nuestra “exclusividad”; hecho que se refuerza en la escuela, entiendo que con convicción por parte de los maestr@s que puede ver en cada uno aquello que nos hace verdaderamente únicos; esto tiene un momento estrella en la vida y es que cuando vas a hacerte el DNI  te recuerdan que no hay una huella dactilar idéntica a la tuya.

Hay entonces tantas circunstancias que nos informan de ello que deberíamos ser conscientes de lo que implica cada día de nuestra vida y no obstante, nos perdemos en la homogeneidad, en el no querer destacar y confundirnos con el resto olvidando así nuestra propia esencia.

¿Qué es nuestra propia esencia? ¿Qué es aquello que nos hace únicos?

Es cierto que la personas con las que nos relacionamos nos pueden dar idea de aquello que nos hace únicos pero sólo el mirarnos en nuestro propio espejo y escudriñarnos nos permite identificar aquello que sólo nosotros podemos aportar al mundo y que al descubrirlo dibuja una ligera sonrisa en nuestra cara.

Esa identificación de lo que es, no debería estar orientada a incrementar nuestro peso, al fin y al cabo, no somos “especiales” si es que ello tiene la connotación de colocarnos en una posición ventajosa con respecto a los demás. Como dijo en una ocasión una mujer bonita, Carmen, falta en el mundo lo que cada uno de nosotros deja de poner.

Identificar esa unicidad de cada cual, nos lleva a tomar responsabilidad, ¿no os parece?, porque si yo dejo de poner esas flores que se me antoja que faltan en la mesa, por poner un ejemplo, la mesa estará puesta, los comensales comerán, pero el ambiente seguramente no será el mismo, no se propiciaran determinado tipo de conversaciones, no se respirará la misma atmósfera…en definitiva, faltará la pincelada que cada quien da en su propia historia y en la de los otros.

Poner esas flores aporta algo significativo y trascendente, porque de qué está hecha nuestra historia si no de aparentes casualidades (a las que a veces no damos importancia), de pequeños detalles, de olores, de miradas cruzadas al vuelo que nos llevan a escribir nuevos capítulos.

En esta sociedad en las que las tendencias crean clanes, y los clanes nos dan sostén para identificarnos, ¿cuán difícil es sostenerse solo en esa unicidad que se es?

Acaso requiera fortalecer nuestra estructura, nuestra musculatura, nuestros ligamentos dándonos firmeza, que no rigidez.

Si soy distinto, lo fácil es que sea objeto de juicio, por parte de mi mismo y por parte de los que me rodean, un juicio que tiene como referencia un modelo estándar y que parece tener el objetivo de cortarnos a todos por el mismo patrón.

¿No es acaso difícil sostenerse en esa unicidad que soy si mi familia o el entorno me informa constantemente de que salí de la cancha de juego porque no decidí ponerme el traje de chaqueta si no colocarme un manferlan con el que me siento más cómodo o más yo?

¿Cómo lidio con mi propio juicio y con mi necesidad de no estar solo y pertenecer al clan que me sostiene y al que parece que tengo que ser fiel?

Y si soy capaz de sostener eso que me hace único, ¿cómo gestiono la unicidad de mi vecino, de mi compañero de trabajo, esto es, de los otros?

A veces se nos hace difícil incluir en nuestro cuadro las distintas posibilidades que ofrece la vida. Seguramente no nos gustan todas las tendencias gastronómicas, pero ¿podemos aceptarlas y permitir que coexistan con nosotros sin que eso nos suponga una agresión o una invasión de lo que hemos decidido implícitamente llamar “nuestro patio”?

Es interesante observarse en las reacciones que tenemos con respecto a nosotros mismos; fijaos, cuantas veces se nos ocurre alguna cosa y la descartamos simplemente porque no forma parte del elenco de posibilidades que constaba en nuestro libro…un libro escrito por tantos, y en el que pocas veces cogemos nosotros mismos la pluma.

Condicionados por todo aquello que nos rodea, por la tradición, por lo que “debe ser” ¿quién escribe entonces verdaderamente nuestro libro? ¿Nos damos la oportunidad de crear espacios en los que podamos identificar ese perfume que nos es característico y que sólo nosotros podemos traer aquí y ahora (si decidimos hacerlo conscientemente)?

No me refiero solamente a qué hago, qué pienso o qué digo si no a desde dónde lo hago…ummm, eso sí que le da una nota distinta e irrepetible a nuestro vino.

Escribo esto en la estación que nos invita a volver a casa después de haber vivido fuera de ella 24/7 ( 24 horas , los 7 días de la semana) durante el largo verano, un verano este año, que parece no querer abandonarnos, y aun así, el cuerpo nos va diciendo que ya no apetece el helado y que la sandía dejó de estar en el mercado ( metafóricamente hablando… que ahora encontramos de todo en todo momento) y la vida toca a “recogida” una vez más .

Con el deseo de que esta reflexión os acompañe en ese mirarnos cara a cara a nosotros mismos para poder mostrar aquello que nos hace únicos, os dejo hasta la próxima ocasión en la que, os avanzo, nos iremos de viaje de la mano de otra de nuestras lectoras.

Gracias por estar ahí.

Luz y alegría

Tundra

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Mundo de colores

Os presento el relato que nos ofrece una de nuestras lectoras.

Marisol nos trae la visión, nos trae el sentimiento y la Fe de que somos más allá de lo que vemos y tocamos y, a través de su reflexión podemos percibir cuan frágiles podemos ser a esas oscilaciones de la mente que ponen aleatoriamente colores y pueden condicionar nuestra vida.

La creencia de que cada día podemos elegir qué color nos ayudaría a que nuestra experiencia sea más armónica con todo aquello que nos rodea y la certeza de que dentro de nosotros están todas las respuestas si nos damos el tiempo y el espacio suficiente, me lleva a dejaros en sus manos.

Feliz entrada en el multicolor otoño.

Seguramente, a todos os es familiar la frase de: “las cosas se ven según el color de las lentes con las que las miramos”; y es cierto, porque depende mucho del estado emocional de la persona. Si nos sentimos bien, todo aquello que pasa por nuestro cerebro lo vamos a ver estimulante; en cambio, si estoy triste o de malhumor, lo veo todo teñido de un tono grisáceo donde no llega la luz del sol.

Me gustaría compartir mi punto de vista y para ello, voy a ponerle “entusiasmo”.

Con la atracción y mi entusiasmo, todas aquellas cosas que mis ojos pueden percibir las veré desde mi lado positivo.

En este universo en el que estamos acoplados lo vemos todo tan grande porque está muy cerca de nosotros y así lo percibimos. En cambio, si volamos en avión lo vemos reducido, y no digo nada de la diferencia que podría existir si subimos más alto. Sería tan pequeño el mundo que nos parecería como un punto donde solo se podría clavar un alfiler.

Desde este mundo en el que estoy quiero contaros algo de lo que me pasó hace algún tiempo, y, como no, darle algún colorido especial a este pequeño relato. Comenzaré hablando de los miedos, esos que nuestro mismo cerebro pone ante nosotros como una barrera; al sentir ese impedimento nos paramos para no enfrentarnos a esa circunstancia que, sin estar, nos asusta por lo que pueda traernos de sorpresa. Y aquí entro yo con mi sorpresa…

Ocurrió cuando pasé un año entero sin dormir, ya que con el más pequeño de mis hijos, desde que nació, no había manera de que durmiera tres horas seguidas por la noche. Ese miedo a no poder descansar me llevó a buscar una solución y me decidí a realizar algo diferente, con la intención de darle salida a lo que me preocupaba. Tomé esa decisión, sin saber nada del resultado final, y puse mi voluntad en aquel empeño.

Decidí que el niño dejara la cuna y lo acosté esa noche en otra habitación y en una cama igual que los demás. Y, ¡Oh, sorpresa ¡esa noche solamente se despertó a las cinco de la mañana, después de tomarse el biberón se volvió a dormir y no se volvió a despertar hasta las ocho o las nueve. Todo había salido perfecto. Pensé que podría haberlo intentado antes, aunque, tal vez, ese era el momento preciso para que sucediera.

“Queremos que pase todo

como nos lo proponemos,

tal vez, porque no entendemos

que no tenemos el modo.

Si estamos codo con codo

estudiando algún problema,

podremos ver el emblema

que nos muestre lo buscado

y si lo hemos encontrado

ya tendremos el esquema.

Estará solucionado

Si el miedo ya no nos quema.

Con esto quisiera transmitir, que todos los miedos se pueden superar, aunque alguno de ellos nos asalten y sorprendan en el camino. Todo es cuestión de pensar, y de buscar dentro de nosotros mismos esas ideas que nos aguardan hasta que decidimos hacer uso de ellas para nuestro beneficio y el de los demás, pues “alguien”, no sé “quién”, las pone en nuestro haber antes de nuestra existencia. Y, en ese “alguien” pongo al Todopoderoso que nos ha creado, llamadle como queráis; partiendo de la Fe que he recibido que convive junto a la Esperanza y el Amor.

¡Ah!, el Amor, ese Amor (con mayúsculas) que a todos nos envuelve.

En este mundo hay infinidad de colores y, hoy, en este campo tal vez cultivado de trigo donde crecen amapolas y en el que estoy insertada, resalto un poco su color rojo,  al que  hoy voy a añadirle unos tonos variados, como el rosa, el amarillo, el violeta,  acoplando todos los colores del arco iris ,así cuando lo miremos desde nuestro ángulo se entusiasmará nuestra mirada.

Todas, absolutamente todas las personas estamos acopladas como en un círculo perfecto en el que vivimos  y en el que cada persona ocupa un lugar, sin que nadie se lo pueda arrebatar.

Como ejemplo, con la imaginación, dibujaré una mesa redonda con un jarrón de flores en el centro, y todos sentados alrededor de ese círculo veremos la imagen diferente. Cada persona la verá distinta.  Cada cual verá la escena desde el ángulo, en el que está acoplado, y habrá diversidad entre todos los presentes. 

Esta imagen me facilita el poder escuchar a los demás y, al tiempo, poder comunicar mi  idea, porque de eso se trata cuando hablamos, de compartir.

Dicen que un círculo tiene 360º, o sea que serían 360 personas con su opinión. Y no digo nada si el círculo se ensancha tanto como para acoplar a todos los seres humanos.

No sabría decir el número exacto, pero sé que cada uno ocupa un lugar en el espacio, sin que nada ni nadie nos lo pueda arrebatar, porque así hemos sido creados.

Venimos a este mundo en libertad; en plena libertad para encontrar, hacer o imaginar desde dónde nos viene tan preciado regalo que, todos, buscamos para ser felices.”

Y aquí finaliza el texto que compartió con nosotros Marisol y a la que agradecemos su participación.

Hasta nuestro próximo encuentro os deseo luz y alegría.

Tundra

AMAPOLAS EN EL CAMINO -1

Llegó el mes de septiembre y con él, los inicios de un nuevo ciclo.

La vuelta al cole da el pistoletazo de salida a esos proyectos que se iniciaron en nuestras mentes en primavera y empezaron a ver la luz a principios de verano para que, madurados bajo el calor y el sol de estos meses, empiecen a mostrarse ahora.

Os propuse que compartiésemos espacio para enriquecer, con las experiencias de algunos de vosotros, aprendizajes, vivencias y sentires… porque cuántas veces hemos creído que algo que nos ha pasado o hemos sentido es único y, al compartirlo, surgen otros que responden: ¡a mí también me pasó!

En ocasiones, compartir las experiencias nos permite quitarle hierro, otras encontramos  soluciones conjuntas u opciones que otros encontraron y nosotros no vemos…En fin, que en mi opinión, compartir según qué cuestiones vividas en silencio y  que pertenecen a la esfera de lo íntimo  es generar un sostén, a veces inconscientemente percibido por quien pasa por una circunstancia parecida a la descrita… y ya no estás solo en tu experiencia, porque hay alguien que puso negro sobre blanco a aquello que tú estás viviendo.

Bien, pues con esa pretensión os sugerí: Amapolas en el camino.

La amapola tiene una connotación especial en mi vida. Es una flor que llama la atención creciendo entre los trigales y al tiempo es delicada y frágil. Vuestros escritos, a mi parecer, serán como esas amapolas: para algunos serán un mensaje que les recuerde que no están sol@s en su experiencia…y es que ¡otros pasaron por ahí!, y al tiempo son delicados y deben cuidarse como tales, porque ellos  son el reflejo de los sentires que sustentan nuestras relaciones y los que conforman nuestro álbum y la memoria de nuestra vida colmada de experiencias.

Ante todo, quiero agradecer a todos aquell@s que me habéis enviado algún texto, vuestro tiempo y apertura.

Para iniciar este nuevo año lectivo, os diré, cómo me sentí yo hace unos días.

Os lo explico breve, que estamos todos acelerados reubicándonos en nuestros sitios para afrontar una vuelta más  lo conocido: nuestro horario de trabajo, el gimnasio, las actividades extras programadas… aunque sé que hay algunos que decidisteis cambiar un poco todo eso.

Hace tiempo que toco mi caracola y hace unos pocos días, mientras la tocaba tenía la sensación de que llamaba a todas las Tundras que he ido dejando desperdigadas por ahí éste último tiempo: a la que le chifla bañarse y se quedó en la playa de la infancia, a la que salió a explorar varios fines de semana entornos desconocidos, a la que leía bajo los árboles o  a la que compartía abanico en estas tórridas noches de verano; las llamaba como el maestro  llama a los niños en el patio de la escuela para entrar en clase. Fue una sensación extraña y al mismo tiempo la constatación y la necesidad de estar toda yo en lo que estoy emprendiendo.

Será que como llega el otoño y la luz va disminuyendo mi Ser, empieza a preparase para lo que llega y empieza a poner orden.

Os propongo que aquello que surgió en mí al azar, lo hagáis vosotros conscientemente… Llamad a todos vuestros yoes para encontraros en otoño en el mismo lugar, allí donde estés, y desde ahí, emprender un nuevo viaje.

Nos volvemos a encontrar el mes que viene con uno de esos textos preciosos que comparten… mientras tanto, ordenemos nuestro entorno y a nosotros mismos…el viaje está a punto de empezar.

Luz y alegría

Tundra

Tundra

 

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Y a ti, ¿qué te pasa?

Y a tí, ¿qué te pasa?

Eso le decía un chico a otro, en tono interrogador mientras yo pasaba por su lado camino a casa.

Nunca sabremos lo que aquel chico le contestó, si es que hubo alguna respuesta con sujeto, verbo y complementos, pero sí me dio pie a pensar en cuantas veces desde que se inició este precoz verano, he oído esa pregunta: Y a ti, ¿qué te pasa?

Es una pregunta que recoge una demanda con algunos matices. De una parte, muestra interés en lo que le pasa al otro y, al tiempo, hay un cierto sabor de fondo que parece recriminar que no se esté como unas castañuelas.

Parece que hay una pieza en el puzle que falta, o algo que no encaja o…vaya ud a saber…y sobre eso quería hablaros.

Si compartes con conocidos la situación,  la respuesta surge con inmediatez : ¡la culpa es del calor! …y cómo estas temperaturas, que exceden con mucho la capacidad de aguante de la media de la ciudadanía, sobre todo después de algunos días, están haciendo mella en el sistema nervioso de algunos, no permitiendo un descanso reparador ni el disfrute de la vida en la calle hasta que no avanza la tarde.

Se oye a algunos bendecir el ir a sus lugares de trabajo y gozar de un aire acondicionado que alivia un ambiente tan caluroso, mientras compadecen a aquellos que por su trabajo sudan lo que no está escrito en las carreteras, parques o pateando las calles.

Para esa respuesta inmediata, hay una tirita, que es llevar una vida (en la medida de nuestras posibilidades) ajustada a la estación y a las condiciones que nos rodean, no sólo respecto a nuestro trasiego laboral diario, si no a lo que comemos, a qué tipo de ejercicio hacemos…

Al margen del calor presente, y a pesar de ello, el sabor de lo que se percibe no tiene un registro dulce y alegre, pareciera que se convive con cierto malestar; está en el aire y uno piensa: quizás pueda ser la política internacional, y no sería para menos, el mundo, como diría mi abuela, está patas arriba; no obstante, quizás sea el momento de preguntarnos, si no lo hemos hecho antes, qué es lo que nos disgusta tanto y qué podemos hacer nosotros; qué es lo que está en nuestra mano para que ese sabor sea por lo menos neutro si no puede ser dulce.

¿Os suena a revista de autoayuda? Si lo es, no es mi pretensión, pero sí lo es enfocarnos en el autocuidado, y os diré por qué.

Nos pasamos la vida haciendo, moviéndonos y ese movimiento tiende a ser externo, dedicándonos  poco, muy poco a cosas muy sencillas y que tienen verdadero impacto en nosotros.

¿Nos preguntamos cómo reacciona nuestro organismo con ciertos alimentos?, ¿Cómo nos sienta lo que pensamos?, ¿Cómo nos sientan las decisiones que tomamos?.

Cada día en nuestra vida hemos de elegir y, a veces, el resultado de una elección, sobre todo si no nos gusta el resultado, puede dirigirse hacia los demás, no responsabilizándonos de sus efectos, abocando así una cantidad ingente de “basura “a nuestros conciudadanos, a ese aire que todos respiramos.

¿Sería quizás una buena opción aprovechar las vacaciones y propiciar lo que su etiología nos propone, esto es: estar libres y vacíos y así poder darnos cuenta de cómo nos relacionamos con lo que nos rodea y poder tomar conciencia de lo que nos hace bien?

Deseo que esa parada sea una realidad y nos permitamos la posibilidad de escucharnos y escuchar para poder movernos más armónicamente y poner algo de dulzor a este mundo que parece estar “patas arriba”.

Yo lo procuraré.

Buen verano a todos y gracias por compartir conmigo un año más.

Luz y alegría

Tundra

Fotografia Tundra de San Martin

 

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